Se debería aplicar al terreno de la educación de los hijos por parte de los padres y también de los alumnos por parte de sus profesores, pero lo que sigue se puede aplicar incluso con adultos, aunque no es tan fácil.
Me refiero a la alternancia de alabanzas y reproches o cuando procede usarlos.
En la actualidad la tendencia a usar los elogios no es que abunde precisamente, porque damos por supuesto, equivocadamente, que lo lógico es que los hijos y alumnos cumplan con sus obligaciones. Somos más bien dados a los reproches, que salen de nuestros labios de manera frecuente y espontánea. No hay más que reflexionar con qué frecuencia los padres elogian a sus hijos en comparación con los reproches o las riñas por el incumplimiento de las normas establecidas o de las expectativas de los padres.
¿Acaso no nos es más fácil recurrir al reproche? Y no es que no sea este necesario. Según decía el sabio Plutarco, deberían alternarse ambas formas de educar y cito sus palabras:
“Las alabanzas y los reproches, que no los ultrajes, son útiles a los hombres porque las unas estimulan y motivan al buen comportamiento (además de aumentar su autovaloración, esto es mio) y los otros apartan de las cosas vergonzosas. Pero conviene usar alternativa y variadamente las alabanzas y los reproches. Estos cuando alguna vez cometan una falta para que se avergüencen y que se animen de nuevo con las alabanzas.”
Digo alternarse que no excederse en ninguno de los sentidos pues, sigue Plutarco, “A los hijos no conviene excitarlos y envanecerlos con demasiadas alabanzas, pues con la exageración en los elogios se vuelven vanidosos.”
Le faltó decir también que el exceso de reproche desanima al hijo o le vuelve rebelde contra los padres, además de que puede hacerles sentirse humillados, sobre todo cuando el tono utilizado es improcedente e hiriente.
“In medio consistit virtus”.
En cuanto a los reproches y en el caso de los adultos, hay que ser más precavidos y saber utilizarlos, porque no son casi nunca bien recibidos. No así las alabanzas pues “a nadie le amarga un dulce”.