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Miguel Silveira

PSICÓLOGO DE CABECERA

HIJO, NO TE QUIERO

Hace unos días un paciente me dijo que su padre hacia los siete años le dijo estas palabras: “No te quiero ni te he querido”, frase que le quedó clavada como un puñal y no sangró una gota. Esa sensación le ha perseguido y le persigue a los 34 años como una pesadilla, porque él si quiso y quiere padre.
Dias después acudió otro paciente más joven, cuya madre, separada del padre y viviendo su vida egoístamente, le dejó una perla parecida: “No queríamos tenerte y viniste a estorbar nuestras vidas”. Otro joven con la moral rota y destrozada y ahora sobrepasado por la angustia de sentirse, sin hermanos, abandonado por sus padres y siempre pasando de unas manos a otras.
Estos casos más frecuentes de lo que cabe esperar me llevan a decir que la experiencia de la falta de amor y del rechazo es una garantía, salvo seres excepcionales, de hundimiento moral y miseria psicológica que acompaña a sus víctimas a lo largo del tiempo haciéndoles agarrarse a un clavo ardiendo con tal de obtener unas caricias, unas migajas de demostración de amor y de cariño que no suelen encontrar por eso mismo, porque se agarran a cualquiera que en un primer momento les parece que les van a querer. Cuando màs necesita un hijo sentir un fuerte vínculo emocional, más daño hace escuchar tales frases.
Y qué decir de otro padre, reciente, que delante de gente le dijo a su hijo, ya mayor, que no le llegaba ni a la suela del zapato, que era una mierda y que sentía desprecio por él, simplemente porque le había decepcionado y roto las expectativas que sobre él tenia abrigadas. Desde ese dia ese hombre de veintiocho años no levanta cabeza.
Son solo tres ejemplos de la gravedad del sufrimiento, que el desamor demostrado y expresado a un hijo, trae como consecuencia.
No puede haber contra natura nada más desolador que tener con los hijos actitudes, no deseados por supuesto o deseados en un principio pero que después de nacidos decepcionan.
Es mucho peor que un maltrato físico infligido en un momento dado, con ser esto ya lamentable.
¿Solución? Es obvia. No traer a un hijo al mundo si no se le desea y si ha nacido ya expresarle el amor de forma que lo sienta de distintas maneras, siendo una de ellas la aceptación incondicional del mismo, resaltar la importancia que tiene para los padres, elevar su autoestima en lo bueno que tenga, en vez de machacarles con hirientes comentarios negativos que hundan su moral. Uno de los tesoros más preciados que podemos tener es vivir desde pequeños con la sensación de que hemos sido importantes para alguien, en especial para los padres. Es, casi casi, un seguro de vida y de salud mental.
La vivencia de falta de cariño y aceptación de un hijo, sobre todo en los primeros años produce graves estragos que suelen acompañar, como una sobra, toda la vida.

Temas de psicologia cotidiana para ayudar a vivir mejor

Sobre el autor

Psicólogo clínico, experto en ansiedad y estrés C/ Carlos Marx,1 - 6º D Gijón (Asturias) http://www.miguelsilveira.com http://www.estresyansiedadonline.com


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