La casi totalidad de nosotros tenemos que reconocer que nuestros profesores al enseñarnos no lo hacían tanto en función de nuestros intereses o pasión de cada uno sino porque había que dar un programa fijado para cada curso.
No lo hacían ni lo hacen por ignorar tales intereses personales sino porque eso ha sido y por desgracia sigue siendo la costumbre de casi todo el sistema. Lo que se espera de ellos es que den el programa por encima de todo porque se pensaba y piensa que era lo que les ayudaba en su aprendizaje y en su educación.
La individualidad del alumno y su diferencia respecto a los otros colegas no es lo que ha primado ni prima en la docencia.
Como dice Mark Prensky “los alumnos suelen comentar que están aburridos en el 50 al 100% de sus clases, entre el 50 y el 100% del tiempo”.
En España la prueba de lo que dice Mark está en el alto índice de abandono de los estudios, sobre todo, pero incluso en los que no abandonan el aburrimiento es general. Nunca ha sido motivadora la enseñanza.
Aunque se cree que la enseñanza está a la altura de sus necesidades no está a la altura de sus intereses personales. Si así fuese otro gallo cantaría.
Pero esto significaría un cambio de mentalidad comenzando por el Ministerio, por la ley de Educación y siguiendo por los centros y los profesores.
Si me pongo a recordar cuantos de mis profesores (y tuve más de cien en todos mis estudios) no recuerdo a ninguno que se interesase ni me preguntase cual era mi pasión y cuales mis intereses (¿a vosotros si?), es decir, aquello en que me gustaba pasar el tiempo haciendo, cuando nadie me pedía que hiciera otra cosa.
Sin embargo los tiros deben ir por aquí. Esto requiere un cambio brutal de mentalidad en los profesores, pero es el mejor camino para conseguir la motivación personal de nuestros alumnos.
A todos nos gusta que se interesen por conocer lo que nos apasiona o interesa y nos lo ofrezcan, empezando por los regalos de nuestros cumpleaños, en Reyes, etc. que muchas veces se basan más en lo que lo que creen que nos gusta que en lo que realmente nos gusta e interesa y por eso a menudo los regalos nos defraudan. Un fallo que proviene de falta de observación.
La enseñanza y los enseñantes tienen que ir cambiando en esa línea. Los profesores tienen que irse adaptando y adaptar los programas a la pasión o intereses de sus alumnos, si quieren que estos se muestren receptivos y cooperadores en el aprendizaje.
Para ello tienen que preguntárselo o ir preguntándolo hasta que aparezca, si no lo tienen claro. Y después aplicar la docencia en esa dirección. Esto requiere un titánico esfuerzo, pero ese es el camino para que tanto alumno deje de aburrirse tanto y abandone. Hasta en la Universidad se dan altos índices de abandono, lo que es una gran pérdida de tiempo, de energías, ilusiones y de éxito personal y profesional.