Nuestra concentración es probablemente una de las capacidades más amenazadas que tenemos en estos tiempos. Es ingente la cantidad de personas que se quejan de que su concentración ha disminuido y les cuesta mucho esfuerzo estar en lo que están haciendo, en la fiesta que celebran.
Son muchos los frentes a los que estamos expuestos que reclaman nuestra atención y nos distraen de lo que estamos haciendo y tenemos que hacer, que es sobre todo centrarnos en el aquí y ahora de lo que hacemos a lo largo del día.
Es frecuente que en nuestras conversaciones no atendamos bien , no miremos a la cara cuando nos hablan y por ende no escuchemos atentamente lo que nos dicen otros, sobre todo aquellos que nos interesan y queremos. Es frecuente observar que tenemos despistes y olvidos que podríamos superar a poco que estuviésemos atentos a lo que hacemos. Pero si no nos concentramos las cosas no entran en el archivo de nuestra memoria y por eso parece que lo olvidamos, cuando no es tal. No es que hayamos perdido memoria, algo que a muchos preocupa y les pone en la pista de si se exponen a padecer demencia en el futuro, sobre todo después de los sesenta.
Las preocupaciones que afrontamos día a día ya sean laborales, económicas, de salud, familiares, etc. nos empujan a pensar en desastres o problemas que nos amenazan en el futuro, cuando el futuro no existe y en la mayor parte de los casos o no se cumplen nunca nuestros temores o si ocurren casi nunca es con la gravedad y dramatismo que habíamos imaginado.
En fin, que no estamos aceptablemente concentrados y eso pasa factura. Por eso lo apropiado es esforzarse en poner los cinco sentidos, como dice el refrán, en lo que hacemos y decimos o escuchamos y tratar de recordarlo en lo posible. Concentración es el núcleo de la práctica de la meditación tan en boca de cada vez más personas. Pero eso requiere mucha práctica y hay que estar muy dispuestos