Según Laotse ”Todo repercute” o lo que es lo mismo “todo tiene consecuencias”.
Esto es de aplicación universal pero, en concreto, a las interacciones de los seres humanos. Todo lo que hacemos tiene consecuencias ineludibles, sean más o menos graves.
Cuando las consecuencias se vuelven para bien o mal contra quien realiza las acciones se aplica la ley de la reciprocidad o el principio de acción y reacción.
En concreto me quiero referir a las consecuencias derivadas para quien practica conductas que crean en el otro resentimiento, rencor u odio. Este anida o se incuba lentamente, muchas veces de forma subterránea y duradera y tendrá sus efectos en el medio o largo plazo en forma de venganza o de desquite. El ofendido guarda el resentimiento y cuando el ofensor menos lo espera ya, contraataca, tratando de cobrarse la revancha. No hay olvido. A lo sumo hay ocultación del resentimiento a la espera de mejores y apropiados momentos. Quienes actúan de forma contraria a los intereses ajenos, sobre todo de los cercanos, harían bien en pensar en la vuelta que en forma de bumerang tienen sus acciones hostiles en forma de palabra (lo que se dice o cómo se dice) o de obra (lo que se hace o cómo se hace) para evitar en lo posible que sus actos se vuelvan contra ellos. Hay muchos inconscientes que actúan sin tener muy presente que donde las dan las toman y esto vale para pequeños actos también. No es necesario ofender gravemente. A poco que se reflexione todos conocemos algún caso. Seguro. Ojo al dato. Porque la educación, cuidado y tacto a veces brillan por su ausencia. No digamos el respeto y la justicia.