Cuando pienso en la mente me viene a mi cerebro una aduana por la que todo producto pasa necesariamente antes de entrar en un país. Cualquier acontecimiento, evento o circunstancia que nos afecta pasa primero por la mente para ser evaluados. Y, dependiendo de la evaluación, así afectará a nuestro estado emocional y como consecuencia a nuestra vida.
Si la mente que lo evalúa tiene la tendencia a valorar o fijarse en lo negativo la respuesta emocional será de angustia, ansiedad, miedo, rencor o depresión. Depende.
Y todas estas respuestas no desaparecen de inmediato. Mas bien les ocurre como cuando en un recipiente con agua clara echas un puñado de tierra. De inmediato el agua se vuelve turbia. Tardará en aclararse algunos o muchos minutos. Lo mismo ocurre con los pensamientos e imágenes negativas. Por eso hay que evitar que entren o, una vez entradas, apartarlas cuanto antes, centrándose en otros asuntos menos escabrosos.
Dado que nos vemos rodeados de acontecimientos adversos, resaltados por los medios y las conversaciones, hay que estar muy atentos para no permitir que los pensamientos elicitados aniden en nosotros. Pero hay que estar atentos porque tienen la cabeza tan pequeña que se cuelan como el agua por cualquier mínima rendija.
¿Cómo hacerlo de manera eficaz? Hay dos respuestas: la primera, en cuanto tomamos conciencia de que el pensamiento se ha instalado, consiste en decirse uno mismo “esto no toca ahora, esto me perjudica cultivarlo” y pasar a otra cosa. Esto hay que repetirlo y repetirlo. No vale hacerlo una vez de cuando en cuando.
La segunda es intentar en la medida de lo posible centrarse en lo que estemos haciendo en ese momento o recurrir a algunos pensamientos positivos que contrarresten el efecto.
Ello nos asegura un ánimo elevado que nos impele a la acción superadora de los malos momentos, a sacarle partido a los momentos de la vida diaria. No podemos evitar que la mente se centre en lo negativo, pero sí evitar que los pensamientos negativos se instalen, cual huéspedes incómodos.
Ya sabes. Permanecer atento es importante para dar cobijo a pensamientos estimulantes que eleven nuestro espíritu. Por ejemplo, céntrate en lo que PUEDES, en tus aciertos, avances y logros, en tus buenos momentos, en tus posibilidades, oportunidades, retos, capacidades, en lo mucho de bueno que la vida te ha dado.