El sólido ya lo indica la palabra: es consistente y tiende a ser duradero. El líquido es escaso en compromiso y por ello es quebradizo y se puede acabar a la primera. Está siempre en peligro de desaparecer, es inconsistente y provisional. Dura lo que dura dura, como dice el refrán. El gaseoso es totalmente volátil, es flor de un momento, de un dia o poco más. Desaparece como el humo.
Hoy hay una tendencia a la predominancia del líquido. Quedan amores sólidos pero progresivamente se nota la tendencia a la disminución de la consistencia incluso en algunos de aspecto sólido.
No es que el sólido esté a prueba de resistir todo tipo de impactos y por ello está expuesto a deformarse.
Requiere un cuidado constante y un alimento permanente. Pero no es una criatura que tenga asegurada su supervivencia en buenas condiciones. Como quiera que este cuidado requiere vigilancia y esfuerzo, sobre todo con el paso del tiempo, lo cierto es que la influencia de la corriente líquida amenaza la existencia de muchos amores que nacen sólidos. La tendencia actual es a no aguantar fallos y buscar el sustituto en la creencia de que todo irá mejor y que esta vida es breve y hay que disfrutar. Sin embargo, dado que el líquido y gaseoso sólo producen satisfacción pasajera lo interesante es saber que a la larga no suelen ser satisfactorios y por ello hay que sacrificarse en pos del medio y largo plazo.
Tampoco es que el amor haya de mantenerse a toda costa toda la vida, pero por influencia de lo líquido en todas las esferas tampoco es conveniente pasar pronto de solido a cualquiera de los demás estados.
En fin, que algo hay que aguantar por ambas partes porque lo que vale cuesta esfuerzo, nada está garantizado en este aspecto.
Y tener en cuenta que cuando la liquidez y lo gaseoso entran por la ventana, la felicidad sale de inmediato por la puerta. La felicidad siempre es temporal pero en este caso es efímera y fugaz.
Quien tenga la suerte de disponer de un amor sólido que lo cuide. Es un lujo.