Hay una forma de relacionarse con los demás que es perjudicial si uno se excede.
Me refiero a los excesivamente complacientes, personas que tienden a agradar a los demás, a procurar que los demás estén satisfechos aunque eso suponga estar al servicio ajeno de forma cuasi permanente. En cuanto pueden echan una mano o hacen favores en el fondo buscando la armonía y facilitando la convivencia. Estos después de tanta entrega acaban percibiendo que los beneficiados no siempre responden con agradecimiento y al mismo nivel de generosidad por lo que acaban por decepcionarse, aunque cuando empiezan a agradar digan que no les importa el desagradecimiento.
Hay una forma de no llegar hasta ese extremo sin que ello signifique renunciar totalmente a la complacencia, es decir sin pasarse al otro extremo.
¿Qué se puede hacer? Dosificar la entrega para evitar la desproporción. Dar si, porque es facilitar las buenas relaciones pero al mismo tiempo pedir alguna vez algún favor a los que antes has complacido sin miramientos. Eso permite ver la reacción del otro. Si responde se puede seguir complaciendo porque es señal de que hay correspondencia. Si no responde esa falta de respuesta es una clave para reducir o cortar la entrega. Es señal de que el otro mira para si mismo y no está a la altura y si no está a la altura no lo estará más adelante. Lo mejor es complacer dosificadamente, no excesivamente, para evitar decepciones con el paso del tiempo.