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Miguel Silveira

PSICÓLOGO DE CABECERA

LO PEOR ES LA INDEFENSIÓN

Se hizo un experimento para ver la reacción de un perro ante sucesivas descargas eléctricas. Lo metieron en un cajón cuyo fondo era metálico y estaba conectado a la corriente. Le dieron varias descargas separadas y el perro ladraba, se quejaba e intentaba salir de aquel cajón para librarse, pero le era imposible. Aguantó varias seguidas hasta que, sintiendo que era imposible librarse del tormento, comenzó a quejarse menos cada vez hasta que optó por quedarse tumbado en el fondo a pesar de las descargas y su incómodo impacto.
Había llegado a la indefensión aprendida, a la depresión por impotencia.
Los experimentadores idearon qué hacer para que el perro reaccionase. Le ataron el collar y el ramal y al recibir una nueva descarga tiraron fuertemente del perro para sacarlo del cajón y al cabo de cinco descargas el perro había aprendido a saltar y librarse de esa forma. Había aprendido a defenderse.
Los humanos pasamos como el can por momentos de impactos sobre nuestra fortaleza provenientes a veces de personas que tienen más poder e intentan que quedemos sin fuerzas, rendidos e indefensos y así contemplar nuestra derrota y rendición. Y de hecho muchos lo consiguen y el lector conocerá seguro algunos casos. Y a veces provenientes de circunstancias muy adversas.
Cierto es que cualquiera en esos casos lo que desea y es lógico es la eliminación del injusto opresor, acosador o prepotente o de la circunstancia. No siendo eso posible o deseable lo cierto es que hay varias posibles reacciones constructivas: una es no rendirse nunca y estudiar la manera de conseguir nuestro objetivo, repetidamente vetado.
Otra es ver siempre la manera o bien de convencerle, si es un acosador o prepotente o hacerle que no tenga más remedio que cambiar. Otra es echar mano de ayuda o asociarse con alguien más fuerte para intentar salirnos con la nuestra. No cito otras maneras porque no soy amante del uso de la fuerza y la violencia que muchos desearían.
En todo caso, para no caer en ese estado de impotencia y postración al menos debe quedarnos claro que siendo la indefensión un estado psicológico terrible no debemos rendirnos ni renunciar a la lucha y, mientras, idear formas de salir de ese bache sintiendo que seguimos vivos. Vale mucho también no obsesionarse con la idea de “esto es imposible” porque de ese pensamiento a la emoción del hundimiento y la renuncia a pelear solo hay unos milímetros.
Ni siquiera hay un paso. No hay que limitarse a esperar una mano amiga que tire de nosotros porque a veces no acude.
Si uno no se rinde acabará por salir del cajón, del bache o incluso del socavón.

Temas de psicologia cotidiana para ayudar a vivir mejor

Sobre el autor

Psicólogo clínico, experto en ansiedad y estrés C/ Carlos Marx,1 - 6º D Gijón (Asturias) http://www.miguelsilveira.com http://www.estresyansiedadonline.com


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