Cada vez más frecuentemente se oye esta frase en boca de cualquiera.
Viene a ser la expresión de conformismo y de resignación, no cristiana, por cierto. Viene a ser una demostración de que el ciudadano se ha ido acostumbrando al estado de deterioro progresivo de las instituciones, de la administración o administraciones, de la inhibición de los responsables de cumplir cada cual en su cargo a su nivel.
Mala señal, amigos, porque indica la renuncia a revolverse y luchar cada cual a su modo y manera o protestar enérgicamente para que obligados por la presión los responsables del deterioro, comenzando por los de arriba, siguiendo por los de en medio y acabando por los de abajo reaccionen a la misma y hagan en un arranque de decencia, responsabilidad y ética un esfuerzo por esmerarse en cumplir cada cual a su modo y manera sus responsabilidades, que las tenemos todos.
“Es lo que hay” es, siguiendo la metáfora tan en boga de que si metes a una rana en agua hirviendo procurará saltar para librarse del tormento pero que si le pones en agua fría y vas calentando poco a poco el agua llegará un momento en que la rana no tendrá fuerzas ni ímpetu ya para saltar y revolverse.
Eso se parece al ciudadano que dice “es lo que hay” habiendo renunciado a la pelear, a la protesta y a la lucha por que el orden social sea una realidad.
Si cada ciudadano no se revuelve en cada caso ni protesta más o menos airadamente moriremos todos de indefensión, de pena, de tristeza y deprimidos.
Hay que pasar psicológicamente de “es lo que hay” a “esto no puede ser y me lo resuelve usted más pronto que tarde” y seguir protestando sin cesar hasta que el país alcance la normalidad perdida. Protestar no es quejarse uno consigo mismo o con sus familiares. Eso no tiene gracia. Hay que pasar a esta nueva actitud activa y proactiva cuanto antes fuera de nuestra casa. Si empezásemos todos hoy tardaríamos varios años aún en normalizar la situación. Imagínense ustedes si nos da por comenzar pasados unos años!