Hay varias, pero la más eficaz es ponerlo al sol, si no puedes comerlo. Si puedes, lo metes en la boca y en pocos segundos verás el resultado.
No hay regla sin excepción y con las personas también surte efecto, buen efecto o excelente, según sea el caso.
Me refiero a la palabras, “gracias”, “perdón”, “lo siento”, “por favor” y “hola”. Estas palabras, llamadas también “caricias psicológicas” suelen, si no derretir, sí ablandar, que no es poco, a muchas personas y son muy necesarias sobre todo en tiempos de irritación y como es el signo de estos tiempos.
Anda el personal muy tenso, nervioso, irritado o cabreado por razones diversas, y se necesitan recursos en las relaciones personales de forma que se eviten conflictos y sobre todo que uno consiga arrancar del otro una actitud amable y favorable, cuando de peticiones razonables, que tenemos, se trata. Cierto es que lo que pide el cuerpo muchas veces es atacar duramente, pero si uno tiene un poco de control y maneja el vocabulario y las formas, consigue probablemente lo que busca, salvo excepciones, claro.
Al noventa y nueve por ciento nos/les gusta y apetece que nos/les traten bien y estas palabras actúan a modo de calor que ablanda las actitudes agresivas. Está muy comprobado, como lo está que si desprecias, criticas, amenazas o insultas el resultado es negativo o nefasto para los intereses personales, aunque a veces apetezca vomitar a la cara la bilis que nos sobra.
Y como a todos nos apetece ganar más que perder y obtener lo que buscamos o pedimos ahí van estos derretidores, aunque no salven al mundo de la ira, pero sirven incluso para derretir hielo, que siempre viene bien.
Acabo de conseguir que me ayuden, sin tener cita previa, a resolver una gestión en la administración usando la paciencia y algunas de esas palabras, después de haberme dicho que no podían ayudarme porque no tenía la cita programada. Me apetecía, lo siento, acordarme de sus muertos, pero opté por aguantarme y probar suerte acariciando a mi interlocutor y se ablandó por suerte. Acabo de cantar ¡bingo!. Trabajo me ha costado.