Un ligero catarro con fiebre, acompañando, me obligó una tarde de abril a recluirme en casa. Mientras, sentado en el salón de mi casa rural, a través de la ventana ví acercarse un chubasco que fue dejando en la grietas de los valles una trasparente cortina de niebla que no era sino la lluvia que se acercaba. Un rayo de sol posteriormente se presentó y permitió ver las gotas relucientes, cayendo sin violencia.
Cuando la salud se aleja, aunque sea por momentos, obliga a detenerse, como fue mi caso aquella tarde. Detenerse puede ir acompañado de la frustración y de la rabia o puede proporcionarnos momentos para cargar las pilas del estrés cotidiano y contemplar escenas con calma y con sosiego que el devenir acelerado cotidiano no facilita tanto.
En los inconvenientes negativos de la vida resulta positivo sacar algún provecho y ciertamente existe. El caso es esforzarse en encontrarlo. Por extensión se puede aplicar esta actitud a cuantos contratiempos solemos encontrarnos y vamos a encontrarnos. No acertar significa quedar como quedamos bloqueados, pegada la atención a lo adverso, habiendo detrás de la adversidad, diversidad de aspectos positivos, útiles, aprovechables siempre.
Es más fácil hallarlos si el contratiempo es leve, pero también existen si es grave. Es la cara y la cruz de la vida en sus facetas variadas.
Terminado el chubasco lució de nuevo el sol, lo que me levantó el ánimo.
Hay una tendencia común y constante en señalar lo negativo, porque es más noticiable y sin embargo hay mucho positivo escondido detrás, solo que hay que rascar para que aparezca ante los ojos.
La verdad es que el sol, si no se ve, está oculto detrás de los nublados, pero siempre está. A veces hay que esperar un rato para verlo o un tiempo que puede hacerse largo. Pero vuelve a salir. ¿Nunca lo has comprobado?