El famoso filósofo Heráclito dijo que “todo fluye”, aludiendo al cambio constante o cuando dijo que “un hombre no puede bañarse dos veces en el mismo rio porque el agua no es la misma”. Parece que fue el que inauguró oficialmente la idea de que el cambio nos acompaña siempre, aunque esto ya es un hecho desde que el mundo existe. Tampoco es el mismo hombre el que se baña la segunda vez porque nuestra piel cambia, nuestro hígado cambia y nuestros tejidos de forma que de un año para otro todo nuestro organismo se ha transformado por completo, aunque tengamos el mismo nombre y apellidos. Desde Heráclito han pasado muchos siglos y el cambio sociológico ha pasado por diferentes ritmos y modelos, pero jamás de los jamases se ha parado. Hasta las rocas, que parecen siempre iguales desde hace millones de años cambian bien de lugar, de aspecto, de forma, o de composición. Cuanto más las circunstancias y por supuesto los humanos. Es ahora en nuestro tiempo cuando el cambio la cobrado una velocidad mayor que de crucero y nos encontramos que de no estar atentos en poco meses estaremos desfasados, sobre todo en algunos ámbitos y aspectos de la realidad que nos circunda.
Por eso quien quiera sentirse acorde con los tiempos no solo no puede pararse sino que ha de correr, mal que le pese. ¿Qué hacer? Tiene que practicar dos habilidades esenciales para estar ajustado, cuales son la aceptación de los hechos, en lugar de negarlos o actuar como si no existiesen y de inmediato la adaptación, porque la rigidez conlleva resquebrajamientos, rupturas y fraccionamiento.
El cambio exige adaptación, como he afirmado, y una actitud abierta so pena de quedar descolgados. Hace no mucho tiempo los cambios eran más lentos y el desfase no se notaba tanto pero en los últimos años los cambios vuelan como el tiempo.
Sin embargo a pesar de que el cambio es inherente a la vida hay en el ser humano una resistencia a veces numantina a cambiar, por el esfuerzo implícito, lo que explica el rechazo porque es más cómodo seguir en la zona de confort aunque esta esté obsoleta.
Es la comodidad el mayor enemigo y sin embargo no queda más remedio que abrazar el cambio permanente y abandonar esa zona al menos con alguna frecuencia.