Está muy de moda hablar de la felicidad y de su búsqueda. Abunda la literatura sobre el tema, pero no está muy claro por falta de concreción en que consiste tal estado. No hay una definición de la misma que a todos les convenza. Si preguntas a cien, aparecerán cien matices y muchos no sabrán explicarlo. Para muchos es un estado beatífico en la tierra, pero que no se sabe muy bien cómo se logra. Para otros la suma de momentos de satisfacción o disfrute. No está mal, pero falta concreción. Trataré de aclararlo, con ayuda.
Leyendo un espacio dedicado a Thomas Jefferson, tercer presidente de los Estados Unidos y el redactor de la Declaración de Independencia del país, me encuentro con la frase que a mi entender mejor explica en qué consiste tal estado. Dice el párrafo que su obsesión en la vida fue la búsqueda de la felicidad que “para el era trabajar la tierra y reunirse con su familia y amigos”. Bingo! Vaya acierto!. La felicidad era lo que a él personalmente le hacía feliz. Nada más. Está muy claro. Así que no es algo abstracto sino lo que para cada uno de nosotros nos hace disfrutar en diferentes momentos de nuestra vida. Qué cosa tan sencilla y tan clara al mismo tiempo. Y obviamente a cada uno de nosotros nos hacen felices diferentes asuntos o cuestiones. Es cosa de pensarlo y descubrirlo. Para unos será el dinero y para otros sentirse acompañados. Para otros sentir la brisa en la cara, o una ducha caliente. Para otros será comer, para otros pescar o escuchar su música preferida. Para unos dormir y para otros andar descalzos por la arena o tumbarse al sol y sentir el placer de sus rayos. Para quien rezar, para quien conducir, componer o ligar. La lista es infinita. Es decir que, si uno no quiere emplear el tiempo en filosofar lo que tiene que hacer es ponerse a pensar y concluir qué es lo que le sienta bien concreta y personalmente y ponerse a ello, si puede, aunque sea insignificante. Y una vez descubierto, intercalar esos momentos sabrosos entre los obligatorios, adversos o aburridos. Ah, y concentrarse en sentirlos en lugar de pasar fugazmente sobre ellos pensando en otras cosas o en el después y el luego. Como puede ocurrir que se nos escape el tiempo entre las manos persiguiendo la felicidad, sin encontrarla por falta de ideas claras y acabar defraudados, hay que aclararse. En concreto, pregúntate qué te hace feliz a ti y procura hacerlo, si buenamente puedes y no te perjudica ni a terceros, que esa es otra faceta. No te preguntes primero qué te haría feliz, déjalo para luego.