Si tuviésemos en cuenta esta ley que dice que “para cada acción hay una reacción igual pero en el sentido opuesto” otro gallo nos cantaría. Si tuviésemos en cuenta que todas las acciones que realizamos en nuestras interacciones con los demás generan bien de inmediato o a posteriori una reacción igual en el sentido opuesto o como respuesta las cosas cambiarían. Se podría decir que eso a veces falla. Cierto. Pero es una excepción, que no la regla.
A casi el cien por ciento de nosotros nos encanta que nos traten bien y con respeto pero no siempre tenemos presente ese postulado cuando tratamos a la gente. Y pasa lo que pasa. No es que, en líneas generales, tratemos mal adrede a las personas pero si les tratamos mal lo lógico es que en ellos se genere una emoción seguida de una respuesta en la misma dirección y, al contrario, si les tratamos bien es de esperar que la respuesta sea buena aunque no sea en la misma medida que la nuestra. A veces puede ser superior en calidad y a veces inferior pero casi siempre irá en la misma línea. No se entiende muy bien, salvo porque ignoremos esta ley de Newton, que haya gente que salude al entrar en un sitio y no se le conteste como viene siendo algo frecuente. No se entiende que si nos hacen un favor reaccionemos como si el otro tuviese obligación de hacerlo. No se entiende muy bien que si atendemos bien a una persona en un servicio profesional el otro reaccione adversamente. Debe ser porque ignora la ley que he referido o porque siempre hay despistados o con mala intención, en casos raros.
El caso es que muchos se extrañan de las reacciones de otros y es porque no tienen en cuenta qué hizo el agente antes. Si tuviésemos en cuenta el principio de acción y reacción no cabría extrañarse que los demás nos respondan conforme a cómo les tratamos. Puede ser como digo que haya excepciones pero la regla es que en general si alguien nos ataca, salvo que esté desequilibrado, será porque antes se habrá sentido atacado. Se echa de menos más educación y buenas formas que a todos nos complace recibir. Para evitar esa deriva solo existe un camino: aplicar esa ley que también podría llamarse la de la reciprocidad.