En estos tiempos en los que el “todo por la pasta” va cobrando cada vez más adeptos no se puede olvidar que nuestro bienestar no procede principalmente del dinero, y a menudo este es fuente de conflictos, de insatisfacciones, de malestar, en suma.
Hay una parte de nuestro bienestar que procede, entre otras fuentes, de la seguridad de que quienes nos tratan, con quienes nos cruzamos no son unos egoístas desalmados ni unos buitres en busca de carnaza que pretendan dejarnos en los huesos. Sentir que en nuestras relaciones personales no nos van a engañar cuando tratamos con ellos, no abusarán de nuestra confianza, nos pagarán sus deudas, nos facilitarán las relaciones, nos ayudarán si nos ven desvalidos o necesitados, nos mostrarán aprecio, nos querrán, tratarán con debido respeto y nos facilitarán la vida, significa vivir con confianza y con la sensación de que merece la pena vivir en este mundo, rodeados de personas.
Disponer de “pasta” y luchar por ella no significa tener asegurada la vivencia de calma y de tranquilidad, de ilusión y de gracia que da saber que los demás no están contigo ni te tratan con el sólo interés de obtener a tu costa solamente ventajas. Hace falta conseguir la vivencia de que los demás son fuente de bienestar y nos proporcionan confianza en el género humano. Es imprescindible aumentar las interacciones positivas que, como consecuencia sean retroalimentadas por otras interacciones positivas en justa correspondencia.
Pero cultivar este ambiente prosocial requiere un gran esfuerzo por parte de todos pese a quienes piensan que relacionarse bien es algo fácil y sencillo. Requiere tener claro que aunque a veces las relaciones personales son fuente de tormento, si se trabajan bien, suelen ser fuente de satisfacción, de alivio y de consuelo. Y requiere extender socialmente las práctica constante de la amabilidad, de ponerse en el lugar del otro o en su piel, de tratar con respeto a las personas, de no abusar de su benevolencia, ingenuidad y buena fe, de lubricar las relaciones para contrarrestar esa corriente de mezquino interés que se va extendiendo con tanta rapidez y facilidad como el cangrejo tigre americano en nuestros ríos hispanos.
Da gusto encontrarse con gente legal, educada, correcta, amable, generosa, agradecida y dispuesta a hacernos la vida llevadera y agradable. Da gusto.