La ansiedad de llegar a la meta, de conseguir el objetivo, sobre todo, cuando atravesamos por adversidades o contratiempos, cuando la desazón nos invade y nos hace sentirnos interiormente urgidos es la tentación que habitualmente más sentimos. Quisiéramos vernos ya! liberados, descansados del agobio y la presión que sentimos. Es una reacción esperable y razonable porque a nadie le gusta nadar en el dolor y la angustia.
Sin embargo una sabia reacción y estrategia consiste en dar pequeños pasos, en ponerse muy pequeñas metas intermedias, cuya suma, cuando te echas de ver te ha llevado al final.
Las pequeñas metas permiten concentrarse en lo inmediato, para evitar que el objetivo final se nos antoje lejano o muy lejano y la desesperación nos atormente. Centrarse en metas pequeñas y cumplirlas sin pensar en otra cosa.
Y así, la suma llevará hasta el destino deseado sin tanto agobio.
Vale para cualquier proceso, para cualquier destino a conseguir, pero sobre todo vale para superar la adversidad y evitar que la ansiedad bloquee nuestro avance.
Se requiere una gran disciplina mental para este ejercicio porque las ansias por llegar a buen puerto final nos atenazan.
Pequeñas metas, una a una, inmediatas, conseguirlas y ver cómo esos logros nos sirven de aliciente. Ver cómo avanzamos y esperar que el destino se convierte en realidad cuando menos lo esperamos.
Es cuestión de determinación y de paciencia, que en estos tiempos de aceleración y prisa se echa más en falta.