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Miguel Silveira

PSICÓLOGO DE CABECERA

CÓMO CORREGIR A OTRO

Llamar la atención sobre algún comportamiento es algo que todos hacemos habitualmente. Corrige el padre o la madre al hijo, el esposo a la esposa o viceversa, el jefe al empleado, los compañeros entre sí, el vecino al vecino, el profesor al alumno y un largo etcétera. Todos sentimos esa necesidad con muy alta frecuencia.
Otra cosa distinta es que acertemos en el modo y manera y su eficacia, por supuesto. La realidad es que no acertamos la mayor parte de las veces por distintas razones.
La primera porque, aunque tengamos la razón, solemos hacerlo bajo un estado emocional alterado de enfado, al no gustarnos lo que el otro ha dicho o realizado. Eso hace que el receptor se ponga a la defensiva y en modo resistente al cambio que se le pide.
Segundo porque solemos atacarlo personalmente por su proceder. La persona, al sentirse atacada como tal, reacciona mal porque lo considera injusto.
Tercero, porque tenemos tendencia a generalizar a usar palabras como “siempre” o “nunca” lo que hace que otro se moleste, pues no es preciso ni adecuado generalizar.
Cuarto, porque hay momentos en que lo hacemos delante de personas con lo que el corregido se siente algo humillado o públicamente señalado.
Quinto, porque lo hacemos, a veces, en el momento menos oportuno y el otro no se muestra receptivo.
Como a nadie le gusta que le corrijan o señalen sus defectos o fallos, sin renunciar a corregir para que el otro cambie, procede hacerlo con tiento y así y todo no siempre surte efecto.
Procede hacerlo a solas, cuando el otro está tranquilo, señalando tan sólo le hecho o la conducta que pretendemos modifique, no atacando a la persona íntegramente, entre otras razones porque una cosa es la conducta y otra la persona.
Y finalmente conviene hacerlo de forma sosegada, aunque estemos molestos, porque es una manera inteligente de conseguir el objetivo perseguido, a saber, que el otro modifique en el futuro la actuación referida, pues es de lo que se trata.
El mero desahogo es casi siempre erróneo por la forma, el volumen o el tono y no se obtiene el cambio deseado sino todo lo contrario.
Todo esto requiere un gran autocontrol emocional y saber esperar (tener paciencia) para que el corregido se muestre receptivo y sobre todo mostrar serenamente las razones que se aducen.
Y así y todo no siempre se consigue. El enfado es el mayor enemigo, porque manda la emoción en lugar de la razón y se activa la emoción del enfado en el otro. Analiza cuántas veces has intentado corregir sin estar alterado y los resultados derivados y deduce por ti mismo.
Ah, y no olvidarse de reforzar el cambio, si se da. Eso a todos nos agrada.

Temas de psicologia cotidiana para ayudar a vivir mejor

Sobre el autor

Psicólogo clínico, experto en ansiedad y estrés C/ Carlos Marx,1 - 6º D Gijón (Asturias) http://www.miguelsilveira.com http://www.estresyansiedadonline.com


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