Te habrás encontrado algunas veces, sin duda, con que te han pedido algún favor que no te parecía oportuno o no te apetecía satisfacer, por alguna razón, pero no tuviste fuerza ni argumentos para negarte y después te sentiste mal contigo por ceder contra tu voluntad. Falta de asertividad se llama esa respuesta.
Y seguro que te gustaría que en ocasiones futuras parecidas pudieses salir airoso no cediendo, si no lo considerabas procedente, y poder reaccionar sin que se note que te niegas, porque te ha sentado mal la petición inesperada.
Una forma relativamente sencilla de hacerlo es tener preparadas de antemano unas cuantas excusas razonables, aunque sean inventadas, pero que te ayuden a salir airosamente de ese trance.
He aquí algunas y las que tu te inventes.
“No sabes cómo lo siento pero no se me arregla. Estoy yo necesitando que me presten dinero, porque estoy pasando por algunas dificultades.”
“De verdad que lo siento, pero es que dejar el coche no me gusta, ya sé que puede parecer egoísta, pero yo soy así, aunque no lo entiendas. Discúlpame, pero no entra en mis planes”.
“Marcho de viaje este fin de semana y no puedo ayudarte y complacerte. Bien que lo siento.”
“No te puedo atender como me gustaría, pero lo haré cuando esté más liberado”.
“Tengo mucho trabajo y estoy muy estresado y no seme arregla. Lo siento de verdad”.
“La verdad es que no me gusta lo que me propones. Va contra mis principios y convicciones. De verdad espero que lo entiendas”.
Frases por el estilo. Pero si tu interlocutor es persistente y quiere doblegar tu voluntad usa la técnica del “disco rayado” que consiste en no dar explicaciones aunque te las pidan sino volver a repetir exactamente la misma frase que dijiste aunque tengas que hacerlo dos o tres veces. El caso es no salir de ahí hasta que el otro se canse de insistir.
La libertad y tranquilidad interior no tiene precio y ceder por sistema contra nuestra voluntad produce, además de disgusto, sentirse atrapado e intranquilo.
Eso si, si no tienes esas o parecidas excusas preparadas, te arriesgas a terminar cediendo contra tu voluntad.
Otras veces hay que ceder, no hay más remedio. Pero esa no es la cuestión ahora.
La cuestión es no ceder cuando no queremos o no hay necesidad. Y eso se entrena.