Si uno quiere sentirse mal, inferior, disgustado, desasosegado y estresado no hay cosa mejor que compararse con los demás, sobre todo con los que están mejor que nosotros, aparentemente, con los que tienen más dinero, poder, salud, fama o bienestar. En primer lugar porque nos hace sentirnos inferiores, desafortunados o envidiosos y eso es siempre fuente de malestar emocional.
En segundo lugar porque las apariencias engañan y porque no es oro todo lo que reluce, es decir, porque no es necesariamente verdad lo que aparentan y porque “los ricos también lloran”.
Las comparaciones son odiosas, como dice el refrán, y de compararnos sería mejor hacerlo con los que están peor siguiendo aquello de que una vez uno, andando, iba llorando y quejándose de que le apretaban los zapatos hasta que encontró uno que se cruzaba y que no tenía pies.
Pero de compararnos es mejor hacerlo con nosotros mismos como éramos antes, aunque fuese hace unos años, unos meses o semanas para ver si estamos mejorando o empeorando. Si estamos mejor, para celebrar nuestro progreso y si estamos peor, para animarnos a mejorar en lo posible.
Todo lo que sea motivarnos y estimularnos es bien venido y abundar en lo que nos desanima es insano.
Por ello céntrate en ti y en disfrutar de lo que eres y tienes. Céntrate en lo que anhelas ser y tener y deja que los demás vivan su vida como sepan, quieran o puedan. ¡Tu a lo tuyo y a disfrutar cuanto puedas!