Parece que en la actual sociedad se va extendiendo la sensación de que las cosas no funcionan bien, de que cada uno va a su propio interés, de que los “malos” triunfan más que los buenos, de que aprovecharse está de moda, de que la corrupción se va extendiendo, de que la vida es cada vez más difícil, aunque debiera ser a la inversa después de tantos siglos donde se estuvo peor. En fin, que hay en el ambiente una sensación de desmoralización social, de indefensión. Como si no se pudiese hacer nada y los que pueden no se toman totalmente en serio que hay que luchar para que la población esté cada vez más satisfecha en vez de desanimada.
Necesitamos cada vez más gente buena y buena gente que contagie su bondad y buenas vibraciones. Gente honesta y responsable que nos invite a ver el horizonte más amable y atractivo. Necesitamos tranquilidad y sosiego y ver buenos ejemplos. Necesitamos cada vez más gente que practique valores esenciales de la justicia, la honestidad, la responsabilidad, la generosidad, el buen hacer. Necesitamos crear entre todos un ambiente social agradable, estimulante, de alivio, alegre e ilusionante.
¿Por qué? Entre otras razones porque la salud mental de la población se está deteriorando, pues la ansiedad, el estrés y la depresión van extendiendo sus tentáculos y esto es una mala noticia.
¿Pero es esto reversible y posible? Ciertamente, pero para ello todos debemos tener en mente esa sana intención, empezando por los que detentan el poder de legislar y gestionar el país, buscando como objetivo el bienestar social, no el suyo personal o partidista y siguiendo por todos y cada uno para que el resultado sea una obra colectiva.
Perder de vista esta perspectiva es de miopes y de los que tiran piedras contra el propio tejado.
Aunque parezca que esto es predicar en el desierto no lo es tal, si todos predicamos con el ejemplo.
No debemos consentir que el ambiente se enrarezca según pasan los meses. Algo hay que hacer y este es un buen momento.