Acabo de ver en You Tube un video de Severiano Ballesteros, ya sabÉis, el más famoso y mejor golfista español de todos los tiempos. Procedía de una familia cántabra muy humilde que vivía cerca del campo de golf de Pedreña, en Cantabria. Como se sabe para jugar el golf se usan catorce palos pero el sólo tenia uno! para darle a la bola. ¿Dónde le daba, dónde jugaba hasta que fue Caddie, acompañante de un jugador al que llevaba el carrito con los palos? En la playa! el lugar menos indicado para jugar al golf y cuando? En las noches de luna, que no eran todas, como se sabe, se escapaba al campo de Pedreña a practicar el golf con aquel palo, el 3 para más señas, que es el segundo más difícil de usar para jugar bien. Con él y poca luz se las arreglaba para suplir los golpes de los otros trece. Una proeza en toda regla que junto a su determinación, compromiso, constancia y deseo de ser el mejor del mundo (con ello soñaba) llegó a convertirse en un ídolo en Europa y Estados Unidos, donde al principio le despreciaban por ser español. Pero no se arrugó, muy al contrario, les demostró a todos su genio y su poder en el mundo del golf, ganando casi todos los torneos mas importantes. Entrenaba a diario y luego que consiguió los palos, lanzaba cincuenta mil bolas cada año de entrenamiento. ¿Resultado? Ya lo ven. Y todo a base de esfuerzo sostenido, fe y confianza en si mismo, deseo ardiente de llegar a la cima del mundo y miles de horas de entrenamiento. Y no pudo ir a la escuela, como le hubiese gustado. Mas no se puede pedir. Excelente ejemplo a imitar.
Ninguna meta importante es asequible sin esfuerzo y dedicación en cualquier área de la vida. También en estos tiempos, en los que casi se les disuade del esfuerzo en la educación en nuestro país. Conviene tomar nota y recordarlo, si uno quiere seriamente progresar.