¿Qué sería de nosotros si no tuviésemos esqueleto? Estaríamos desparramados por el suelo arrastrándonos cual caracol o, mejor, cual ameba.
Afortunadamente no está en riesgo pero el esqueleto social no corre igual fortuna.
Los huesos de este están constituidos por los valores sociales, ahora mismo en declive y riesgo de desmoronamiento.
La verdad, la justicia, la lealtad, el honor y el respeto, la honestidad, el compromiso, el deber bien cumplido y otros varios son los que sostienen el esqueleto social y hacen posible una convivencia aceptable a pesar de los pesares. Pero desgraciadamente cada vez copa más terreno, la mentira, la falta de respeto a los demás, a las leyes y a los jueces, la deshonestidad, el engaño, el trilerismo, la falta de compromiso con la palabra dada o lo firmado, la prevaricación y algunas cosas más. No hay más que echar una ojeada y comprobar cómo van disminuyendo los valores humanos consagrados a lo largo de la historia para ponernos un poco más nerviosos y ver cómo se deteriora nuestra salud mental. No es el apocalipsis lo que está ya a la vuelta de la esquina, pero no es muy prometedor el panorama, si no cambiamos. Empezando por los políticos, o ciertos políticos conocidos, responsables de la convivencia en paz y en orden que son los primeros que deben dar ejemplo, pues no en vano son el modelo social todos los días presentes en los medios y siguiendo por todos los ciudadanos, no queda más remedio que cambiar la mentalidad porque lo que nos jugamos no es broma, ya lo vemos.
Si en la educación no prolifera el cultivo de tales elementos de nuestra estructura o esqueleto malamente y si no se propicia en los medios y se les da algo de espacio no podemos esperar vivir tranquilos, dormir tranquilos, tratarnos con confianza, vivir sin demasiados sobresaltos y tener la sensación de que las cosas van bien a pesar de que siempre haya fisuras.
Pero esto es algo que además de ponerlo en el relato, como se dice tanto ahora, hay que pasarlo a la práctica. No es tan difícil, pero requiere poner a funcionar el sentido común frente a afán tóxico de aprovecharse de los y lo bueno y dejar que el esqueleto social vaya desmoronándose, un espectáculo nada estimulante. ¡Vamos! como dice Alcaráz para animarse en los partidos.