Miles de años detentando el poder el varón en las relaciones de pareja ofrecen enorme resistencia a compartirlo y a respetar al sexo femenino en igualdad de condiciones. Se extrañan muchos de que las adolescentes actuales todavía tiendan a ceder y a la sumisión ante los chicos a pesar de lo avanzado de la historia. Pero esos modelos y actitudes sociales tienden a persistir por muchos años. No es cosa por lo tanto de mujeres adultas pensar que el varón es más poderoso y fuerte y que a él hay que rendirse, por llamarlo de un modo coloquial. Al no estar establecida, instituida en las familias y en la sociedad la costumbre diaria de la educación en la igualdad de sexos, en el respeto mutuo y en que el hombre debe también mostrar debilidad, mostrarse cariñoso y no tender a dominar en las relaciones de pareja, no hay que extrañarse de que haya adolescentes todavía que exijan a sus chicas que vistan
de una determinada forma, que no salgan con otros amigos en su ausencia o que les impongan sus gustos y exigencias.
Siguen pensando que son los dueños de ellas, que ellas son su propiedad privada. Si a eso le añadimos la complacencia y complicidad por parte de las chicas en esta actitud, si son también ellas mismas las que aceptan muchas veces gustosamente ceder a ese dominio, podremos entender que de esa forma el futuro maltratador se encuentre reforzado. Son muchos siglos ya de dominio social del hombre sobre la mujer y por eso el cambio se resiste. Sin embargo nunca será bastante por ahora y aún por muchos años insistir en cambiar de actitud de forma que los malos tratos y la discriminación vayan disminuyendo. Por eso quiero contribuir a recordar que el hombre deberá respetar a la mujer y no erigirse en su amo y señor y a la mujer en que aprenda a rebelarse contra esa jefatura y poner zancadillas a cualquier actitud de imposición y de dominio por razones de género. No podemos consentir ni favorecer el machismo que suele terminar en el uso o abuso, cuando no en la humillación de la mujer por ser la hembra. El varón ha de tomar conciencia y cambiar, pero cambiará más si es la mujer la que se lo exige en lo doméstico, emocional y demás áreas, escapando a ese rancio dominio.