Cuando se juntan en un hombre la insatisfacción sexual con poder económico y social resulta un cocktail potencialmente explosivo. Bastará con encontrar en el trabajo una mujer
vulnerable y sumisa para que el acoso sexual comience a fraguar y esa mujer acabe sometida y consintiendo por el miedo a perder el trabajo. El acoso, según el diccionario,
es una persecución sin dar tregua ni reposo a un animal o una persona. Es el segundo tramo de un camino que comienza con miradas furtivas, pasando por lascivas, bromas, palmaditas, piropos sobre el cuerpo o el vestido, e
insinuaciones, para pasar después, tanteado el terreno, a acciones más intensas que van desde invitaciones, petición de pequeños favores, proposiciones incómodas, toqueteos, pequeños asaltos sexuales, siguiendo por chantajes o
amenazas si la víctima no cede a la presión y en la fase final atosigamientos, venganzas, extorsiones, asaltos sexuales, acabando en despido si no cede, en represión o en destierro dentro de la compañía. El acosador, parapetado en la cuasi impunidad que le da su posición, no suele ser capaz de una conquista en igualdad de condiciones y fuera del trabajo y por eso se refugia en su poder para doblegar a su víctima, que suele ser una mujer quizás también frustrada, necesitada de aprobación, atada por el trabajo, no educada para la detección de un proceso de acoso y por eso de una forma inconsciente suele entrar en el juego y, cuando se da cuenta del peligro, está tan atrapada que le resulta tarde dar los pasos atrás y revertir la situación. Para librarse de esa trampa es conveniente no dar facilidades desde el comienzo, no reir nunca las gracias sobre esos aspectos, mantener una cierta distancia y no mostrarse sumisa y complaciente en estos temas sobre todo en la fase de tanteo para que el acosador sepa donde se mete. Debe evitar seguir el juego de las bromas, los piropos y las insinuaciones porque cuando menos lo espere estará ya metida en la boca del lobo y sin poder dar marcha atrás sin daños. El trabajo es el trabajo y no mezclar las cosas es más que conveniente. Lo que cuento no es algo que suceda raramente. Es una tentación constante en las empresas. Por tanto conviene estar atentas a no ser que entre en sus cálculos el juego, pero
sabiendo que, incluso en casos como ese, es un juego que se presta a un desenlace ingrato.