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Miguel Silveira

PSICÓLOGO DE CABECERA

DESAMPARO

Me está tocando ver en los  últimos tiempos varios casos de pacientes de edades por debajo de los cuarenta años que al atravesar por reveses de la vida sienten con  intensidad la sensación de desamparo que se apodera de ellos y no saben muy bien cómo deshacerse de ella o cómo controlarla. Es curioso que casi todos ellos tienen algo en común, cual es una niñez y adolescencia vivida en la escasez de atención
familiar pero no de atención concretada en cosas materiales sino más bien en cierto abandono psicológico al estar sus padres o bien separados o bien muy ocupados en sus cosas y no haber permanecido atentos a la necesidad que esos niños han sentido de que sus padres les dediquen momentos para jugar con ellos, para hablar con ellos, para escucharlos, para hacerles sentir importantes mientras están acompañados de sus padres. Hay un error consistente en creer que si se les colma de juguetes o cosas materiales ya se cumple con ello la atención que merecen y por eso enseguida se echa mano de ofrecerles regalos o “cosas” cuando, aunque está bien no es suficiente para que ellos sientan ese amparo que resulta de sentir a sus padres cerca de ellos, interesándose por sus preocupaciones, sin reñirles sin esas preocupaciones no encajan con la expectativa de los padres. La sensación de desamparo es demoledora cuando se apodera de uno, sea a la edad que sea y  sobre todo cuando se es más joven, porque deja al paciente abatido e indefenso, con escasez de fuerzas para seguir luchando mientras envidia que otros puedan sentirse cobijados. Es además una forma apropiada de disminuir la seguridad y la auto confianza. Puede darse en personas solitarias pero también en quienes están rodeados de gente pero se sienten solos. Siempre viene bien experimentar esa agradable sensación pero, obviamente, cuando es más necesario sentirla es cuando uno es pequeño y siente que el mundo le viene demasiado grande. Al mismo tiempo que los padres, como digo, les dedican su tiempo y su
atención personal es altamente conveniente manifestarles el cariño diciéndoles que se les quiere y que ellos son importantes para los padres pero también prodigarse en caricias, en abrazos y arrumacos, en apretujarlos dejándoles que sientan el contacto de la piel y el calor de la protección física y el cobijo entre los brazos de los padres. Los padres separados, sobre todo, si su separación ha sido conflictiva han de tener un cuidado especial porque esos niños corren más el riesgo de verse menos atendidos mocionalmente que cuando los padres estaban juntos. El desamparo no se combate con la hiperprotección sino con la protección afectiva al tiempo que se les  estimula a valerse por si mismos. No sé si queda claro.

Temas de psicologia cotidiana para ayudar a vivir mejor

Sobre el autor

Psicólogo clínico, experto en ansiedad y estrés C/ Carlos Marx,1 - 6º D Gijón (Asturias) http://www.miguelsilveira.com http://www.estresyansiedadonline.com


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