No quisiera estar en su piel, sinceramente, pero tener pareja oficialmente y simultanearla con otra debe ser y es un tormento, aunque tenga su excitación en algunos instantes. Hay un tipo de personas que cuando llevan un tiempo casados, aunque reconocen que su pareja les merece la pena, de pronto se sienten atraídos por otra persona y, sin abandonar pareja “oficial” viven una vida paralela. Unos reconocen que de pronto sienten que la vida se les escapa y con ella la posibilidad de tener aventuras y vivencias que, pasado algún tiempo, ya no podrán vivirlas por su avanzada edad. Otros reconocen que
se aburren en cuanto que se atan a una sola y necesitan marcha y se lanzan sin pensarlo dos veces. Como se sienten mal, culpables por una parte e infelices al tiempo cuando están con su pareja oficial, a veces tienen que recurrir a algún profesional pra aclararse y buscar solución a la gran desazón que sienten les invade. La verdad es que, autoengañándose, buscan hallar la cuadratura del
círculo porque quieren seguir comiendo en los dos platos sin que les haga daño tal comida. Cuando un hombre o una mujer opta por simultanear dos relaciones, una que les ofrece estabilidad, seguridad, cariño y buena imagen entre la vecindad y la familia y la otra que les ofrece diversión, excitación, novedad y atractivo y salir de la rutina, cuando esto ocurre se puede decir que ya están
condenados, si persisten queriendo luchar en los dos frentes. Están condenados desde el mismo momento en que se empeñan en mantener esas dos relaciones. Condenados porque es imposible vivir por largo tiempo tranquilos y felices. No hay felicidad porque viven entre dos fuerzas igualmente potentes de diferente signo. Una la fuerza de la culpa y la lealtad y otra la fuerza de la sexualidad y la excitación que da la libertad de elegir la novedad excitante. No se dan cuenta de que si quieren vivir centrados tienen que optar por una via y automáticamente renunciar a la otra, mental y físicamente con todas las consecuencias. No se puede servir satisfactoriamente a dos “señores” en esta sociedad, pues más pronto que tarde las dos parejas le plantearán decidirse y optar por una de ellas. Si esos inconformistas quieren vivir sin que les consuma el fuego de la duda, de la culpa, del desasosiego y del choque entre su sexualidad y su cabeza tienen que optar por una via, aunque corran el riesgo de equivocarse, y tienen que tachar de su agenda y de su mente la opción desestimada. Sí, de su mente, pues si abandonan una pero siguen pensando en ella, renuevan su condena cada vez que lo piensan. Y acaban sucumbiendo de nuevo.