Este artículo es complemento del que escribí hace unas semanas sobre un niño que hacía con su madre lo que le apetecía sin ver puertos ni barreras. Dejaba a los lectores que opinaran, que pensaran y que reflexionaran sobre lo que se podría hacer. Hoy quiero posicionarme en algunas cosas, para que no me digan que quedo sin mojarme y no me comprometo.
A un niño se le ha de decir de vez en cuando lo mucho que se le quiere, se le ha de resaltar lo que hace bien, se le ha de abrazar, besar y apretujar para que sienta el cariño a través de su piel y hay que hacerle sentir que le aceptamos plenamente como hijo que es. Pero también partimos del supuesto de que un niño no puede campar por sus fueros ni a sus anchas sobre todo cuanto está en juego su integridad, su salud, su desarrollo personal y el respeto debido a los demás.
Por eso si empezamos a hablar de la comida un niño se tiene que sentar a la mesa cuando se lo mandamos y no ha de levantarse cuando quiera, ha de comer lo que toca y le ponemos y además variado, no ha de juguetear con la comida porque si hace todo eso se queda sin comer esa comida. Ha de ir a dormir cuando le mandan procurando que duerma no menos de nueve horas y más para los más pequeños y ha de dormir en su camita y no en la de sus padres por mucho que les duela. Ha de respetar cuando está de visita los objetos que encuentra y no invadir espacios en que no le autorizan a moverse en vez de dejarle que se mueva a sus anchas. Ha de permanecer sentado y quieto en momentos en que es lo que procede en vez de molestar a todos los presentes que sentados están.
No ha de pegar a su madre, a su padre, a sus abuelos, etc. y reprenderle, pero si vuelve a pegar haciendo caso omiso se le puede dar una ñalgada en ese mismo instante para que aprenda lo que duele (no me atrevo a decir en este espacio un azote en el culo por si acaso…) o un buen meneo para que quede seco y con los ojos como cuadros de asustado. Un niño ha de obedecer en el momento mismo en que le mandan y no cuando le salga del ombligo o más abajo. Un niño ha de hacer muchas más cosas que no caben aquí.
Un niño debe respetar los límites que toda convivencia lleva aneja porque lo exige convivir. Pero ¿qué pasa si los padres, como a veces ocurre, no saben certeramente donde se hallan los límites? Que no pueden fijarlos y eso ocurre con muy alta frecuencia. Luego entonces en esos casos…¿de quien es el problema? ¡De los padres!