Entre la indefensión y la prepotencia, dos extremos, media un trecho muy largo. En el primero la persona decide rendirse, darse por vencida porque está convencido de que de ningún modo se ve capaz de afrontar lo que teme o lo que quiere. Renuncia a la batalla. En el segundo, el prepotente avanza por la vida sin consideración de los demás, no prestándose a ceder, no sólo el paso, sino ni siquiera unos metros de su espacio pero además invade el que no es suyo. Los dos extremos son igualmente perniciosos, solo que en el de la indefensión aprendida el gran perjudicado es siempre el indefenso. Son su salud y su estabilidad las que se ven minadas. Todo son desventajas para el mismo. Mientras el prepotente también causa sufrimiento pero no hacia si mismo sino hacia los demás, que no pueden soportar su arrollamiento. Quien se mueve en un término medio es quien es asertivo y es capaz de adoptar posturas resolutivas en cualquier frente de la vida, quien no se deja pisar si alguien lo pretende sino que se defiende abiertamente y se expresa con la seguridad de quien sabe que la razón le asiste. Es quien toma iniciativa y decisiones sin sentirse a expensas de los demás y de la iniciativa ajena. Quien sabe defenderse no cede su terreno si no es por conveniencia o por táctica favorable a sus intereses. Estos se hacen respetar (los prepotentes se hacen temer y rechazar) por la gente porque les perciben firmes en sus convicciones y en el mantenimiento razonable y razonado de sus posturas personales. El asertivo suele vivir tranquilo y confiado en sus propios recursos y avanza por la vida sin grandes temores. La asertividad es un seguro de vida, una fuente de sosiego y de seguridad en uno mismo. La asertividad equidista de la indefensión y de la prepotencia, por eso lleva consigo el equilibrio, la preservación de la salud mental y las ganas de hacer y de enfrentarse al mundo cada dia.