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Miguel Silveira

PSICÓLOGO DE CABECERA

AMANTE CASADO/A

Según el refrán el hombre o la mujer es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra, pero puede añadirse que es el único animal que ve tropezar a alguien en una piedra y allá va él o ella a hacer lo mismo, sabiendo a qué se expone. Es la necesidad sin duda alguna de sentirse querido, atendido, deseado o importante para alguien la que impulsa a personas solteras, viudas o separadas, a salir con un hombre o una mujer casados sin caer en la cuenta de que eso es ponerse en grave riesgo de que tal relación pueda ser conflictiva y acabe fracasando sencillamente porque para que haya cierta esperanza de que la relación sea exitosa los dos deben estar libres de vínculos jurídicos matrimoniales.

Aun así todos sabemos bien que puede haber problemas y máxime cuando uno de los dos o los dos están casados. Tener una relación con alguien casado es algo placentero si no fuera porque enseguida se crean vínculos que piden al soltero o separado irlos fortaleciendo. Y entonces lo que suele ocurrir es que el casado muchas veces, aunque lo promete, no se atreve a dar el paso de separarse para formalizar la relación de amantes y opta por retrasar la decisión o nunca llega a tomarla, quedando en ese caso el o la amante con tres palmos de narices, contrariado y con la sensación de haber perdido el tiempo y haber hecho el canelo y ya sin esperanza. Por eso antes de equivocarse convendría pensarse dos veces si ir hacia adelante o no con la relación con alguien que está casado, pues la verdad es que para muchos no es fácil separarse por múltiples razones.

En esos casos lo que ocurre es que la necesidad emocional o la impulsividad predominó o se impuso sobre la racionalidad, algo paradójico, pero altamente frecuente en los seres humanos. Por tanto cada cual que ame a quien quiera o a quien prefiera, que para eso somos libres, pero lo más razonable sería no jugar con el fuego al amar, no quedarse colgado de quien sigue casado y por tanto atado y quizás bien atado, sino más bien relacionarse y comprometerse cuando el otro está ya libre de ataduras.

Las promesas de “voy a separarme” no se suelen cumplir en muchos casos y después llega el crujir de dientes y los llantos al comprobar que la promesa quedará en dique seco. Y es que en cuestiones emocionales seguimos reaccionando como en la Edad de Piedra, como de piedra queda quien ve que a pesar de el otro prometer separarse, sigue todavía unido a su antigua pareja.

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Sobre el autor

Psicólogo clínico, experto en ansiedad y estrés C/ Carlos Marx,1 - 6º D Gijón (Asturias) http://www.miguelsilveira.com http://www.estresyansiedadonline.com


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