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Miguel Silveira

PSICÓLOGO DE CABECERA

MADRES ASFIXIANTES

No tengo inconveniente en volver a escribir sobre esas madres que asfixian a sus hijos, no les dejan solos ni al sol ni a la sombra aunque ya sean adultos. Siendo la familia fuente de bienestar y de consuelo, de alivio psicológico, también es el origen de múltiples trastornos afectivos, algunos de calado que requieren intervención médica o psicológica.

O sea que la familia puede ser fuente de enorme sufrimiento si las relaciones internas son enfermizas y llenas de conflictos. Los padres y las madres, a veces, no suelen ser conscientes del daño que producen a sus hijos. Hay madres que no se resisten a controlarlos todo el tiempo, que no asumen que desde que dan a luz comienza un proceso de separación física y emocional del hijo respecto de sus padres, de autonomía y de independencia, de madurez por tanto y que ese proceso debería respetarse.

Todo lo que huela a omnipresencia, a seguimiento constante, a vigilancia de sus pasos, a intervención, a ingerencia sutil o descarada, preguntándoles o llamándoles por teléfono a diario, exigiendo su presencia y atención, chantajeándolos o manipulándolos si no les prestan la atención deseada, visitándoles o haciéndose presentes cuando menos lo esperan, pidiéndoles que vayan a comer o pasar con ellos los fines de semana, por poner unos pocos ejemplos, son otros tantos signos de actitud dominante y opresiva. Si los hijos consienten no suele haber problema. Este es mayor cuando el hijo o la hija se resiste y los padres no cambian de conducta.

Esas madres y padres harían bien en ser más prudentes y respetar la libertad de sus hijos y yernos o nueras, si los tienen. Tienen que comprender, como dijo el poeta, que “sus hijos no son sus hijos ya”, ya volaron del nido y deben vivir solos y a su aire. Pero para ser justos conviene mencionar que un hijo o una hija no puede pretender emanciparse y protestar y al mismo tiempo, cuando mas les conviene y apetece, echar mano de los padres para dejar al nieto, pedirles un dinero o un aval, que se ocupen de hacerles la compra o la comida mientras ellos trabajan o se marchan de juerga, pedirles que recojan al nieto del colegio o lo lleven a casa mientras salen o viajan, y acudir a ellos cuando los necesitan y luego pedir completa independencia.

En esos casos, que abundan, no pueden aplicar la ley del embudo, no pueden protestar si echan mano de ellos con frecuencia elevada y a propia conveniencia. Al César…lo que es del César.

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Temas de psicologia cotidiana para ayudar a vivir mejor

Sobre el autor

Psicólogo clínico, experto en ansiedad y estrés C/ Carlos Marx,1 - 6º D Gijón (Asturias) http://www.miguelsilveira.com http://www.estresyansiedadonline.com


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