Para los matemáticos, ingenieros, economistas y profesionales por el estilo lo importante son los números, es decir, que lo que no son cuentas, son cuentos. Esto parece que no rige en los tratamientos o terapias psicológicas, donde gran parte del imaginario social es que la cosa consiste en hablar y contarle al terapeuta las cuitas del paciente, sus pensamientos y creencias y cómo va pensando y sintiendo según avanzan las sesiones. No cabe duda que eso se practica más de lo necesario y yo me hago cruces de ver cómo hay personas que asisten a sesiones y sesiones donde todo consiste en esos intercambios verbales y si acaso hacer algún apunte, referencia o recuento de tales pensamientos en situaciones varias. Pues no, amigos. Esto de las cuentas o los números también se debería aplicar en las terapias psicológicas. Estas deberían ser una especie de ingeniería también. Si en ella no se da un recuento de conductas externas, sobre todo, junto a algunos pensamientos y reacciones fisiológicas para luego cambiarlas según avanzan las sesiones, suena a cuento chino. Las cuentas tienen que salir. Cuando el paciente llega al psicólogo se tiene que evaluar y contar todo lo que el paciente piensa, siente y sobre todo hace y, dirigido por el terapeuta, deberá de cambiar todo aquello que le está perjudicando para conseguir disminuir de manera específica, medible y constatable su malestar y aumentar su bienestar en los mismos parámetros. Eso es lo que cuenta. Si no se hace un establecimiento de objetivos, de medios a utilizar y no se van obteniendo resultados contados y contables, en base a la intervención que proceda, no se puede hablar de una terapia efectiva, no se puede hablar de un cambio operativo, constatable y medible, no puede conducir a una terapia eficaz, es decir con resultados palpables. Tienen que cuadrar los números, el número de conductas, pensamientos, actitudes, y estado fisiológico que ha cambiado para alivio y regocijo del paciente. Tiene que haber una diferencia entre el estado que presentas cuando llegas y el que obtienes cuando acabas la terapia, a no ser que el paciente no esté por la labor, en cuyo caso la terapia debería interrumpirse. No es tarea fácil, entre otras cosas porque cambiar supone siempre resistencia, pero es posible y necesaria. Si no, suena a cuento, a construcción subjetiva y a humo o a paja, sin grano que lo acompañe. La terapia consiste en que al paciente se le diga en concreto qué le ocurre, por qué y qué deberá hacer para que su sufrimiento disminuya y se vea el resultado en base a la cantidad (número) y calidad del cambio introducido. Lo que no son cuentas…son ¡cuentos!, amigos.