Cuando de cambiar algo de nosotros se trata lo primero que es necesario es saber qué hacemos mal y por tanto es necesario modificarlo. Si la ignorancia es nuestro aliado poco se puede hacer salvo ir dando palos de ciego. Se impone por lo tanto saber y aclararse. Pero con saberlo no es tampoco suficiente pues es como saber tocar el piano y no tocar una melodía. Es necesario ponerse a practicar las nuevas conductas deseadas. Pero tampoco es suficiente, para ser claros, pues podemos cansarnos enseguida y que todo quede en una buena intención sin mayor trascendencia. Es necesario finalmente ponerse a mantener el cambio el tiempo necesario hasta que nos conste que el hábito está aceptablemente constituído. Es aquí donde falla el noventa y cinco por ciento de las personas porque para las labores de mantenimiento, como en cualquier empresa, se requiere un esfuerzo continuado, algo que en estos tiempos ha ido perdiendo vigencia y no es una moneda de curso legal, que digamos.
De todas formas hay un aspecto que no falla en ese primer estadio, que es el de saber qué hacer o no hacer. Cuando estamos llevando a cabo comportamientos negativos, dañinos o nocivos para nuestra salud o para nuestras relaciones lo que no falla nunca es recurrir a los contrarios. Porque hacer lo contrario de lo negativo es siempre lo acertado. Si eres un glotón trata de quedar con hambre, si eres acelerado vete algo más despacio, si piensas siempre mal piensa algo bien de vez en cuando, si no perdonas nunca, perdona los defectos ajenos, si dejas para mañana las cosas procura hacerlas hoy, eres agresivo sé cortés, amable o afable y así sucesivamente. De esta forma no fallarás jamás.
Ah y también es una guía disminuir las conductas indeseables así como aumentar las que son escasas en nuestro repertorio.
Solo hace falta finalmente otro requisito. Querer llevar a cabo tales cambios. Si no se desea cambiar todo lo demás sobra, las cosas como son.