Hay quien, porque se siente solo o con falta de amparo y en cuanto su pareja le es infiel o decide separarse, quizás porque se cansó de la relación, le entra más el miedo a quedarse solo o desamparado y a partir de ese momento comienza a suplicar el cariño a la otra parte, como si de esa forma fuese a conseguir resucitar el cariño perdido o muerto ya .
El amor o el cariño es un tren de ida y vuelta. Se da y si se recibe o si se recibe y se devuelve es que el principio de acción y reacción está funcionando. Pero si se da y no se recibe en medida apropiada esa relación está llamada a fracasar. Si uno se enamora no por eso el otro/a ha de sentir lo mismo. Las personas que se dan porque aman, si pierden la pareja se desfondan y muchos se empeñan en mendigar el cariño, pensando que con ello, pidiendo o dando pena, el otro reaccionará de la misma manera cuando es precisamente lo contrario. En cuanto una persona está dispuesta a hacer lo que haga falta con tal de que el otro la ame, ignora o no quiere ver que por ese camino lo que logra es más separación y alejamiento en lugar de ganarse la admiración y la atracción a no ser que el receptor sienta el mismo afecto. Cuando no se consigue que la otra parte le pierda el respecto. Cuanto más se empeña la persona en ganarse el afecto, una vez que el otro lo ha perdido, más se complican las cosas entre los dos y dentro de él o ella misma, porque sufre mayor desgarro al comprobar que no hay viabilidad ni resultado.
El cariño se da y si no hay respuesta después de varios intentos hay que cambiar de destinatario. Es más práctico y aunque implica de entrada sufrimiento supone un ahorro del mismo a corto y medio plazo.