El acoso escolar, después de tantos casos desgraciados, parece que se ha puesto en la diana de las autoridades educativas y de la sociedad española. A ver si es verdad, aunque mucho me temo que todo este revuelo se pase en cuanto la actualidad lo vuelva a enterrar por una temporada. El tema es complicado de atacar porque nace no ya de la idea repentina de los acosadores por su interés por hacer daño, aunque muchas veces no sean plenamente conscientes de ello, sino de un caldo de cultivo social y educativo que está detrás de ello. A medida que la autoridad ha ido perdiendo fuerza, que el miedo a ella ha disminuido, que la sensación de inmunidad ha ido creciendo a la par en los acosadores y que el clima de falta de respeto a las diferencias individuales y al otro en general, el acoso ha ido en aumento. A medida que las relaciones interpersonales por ello se van deshumanizando y parece que uno puede descargar sus impulsos violentos contra los que nos caen mal o a los que envidiamos. A medida que las familias se van desestructurando y muchos padres se inhiben de la orientación, instrucción y educación de sus hijos en valores morales. A medida que ocurre todo esto no es de extrañar que surjan cada vez más casos en los que los pequeños y los adolescentes la tomen con los más débiles, tímidos, educados o incluso con los más estudiosos ya sea por envidia, por divertirse a costa del sufrimiento ajeno, por compensar su fracaso escolar, sus frustraciones y un largo etcétera. Si la educación emocional , la compasión, la empatía, la solidaridad, la colaboración, la caridad, el respeto a las diferencias ajenas no se cultivan predominantemente ni en las familias ni en los colegios, ni en la política ni el los medios, no deberíamos extrañarnos de que haya cada vez más casos de acoso escolar. Si añadimos la facilidad que las redes sociales e internet ofrecen a los acosadores tendremos un plato combinado con todos los ingredientes. Por ello hacen falta muchas intervenciones en la comunidad educativa y programas como el programa KIVA finlandés o el TEI español, un teléfono al que llamar para pedir auxilio, para disminuir esta tendencia creciente en los colegios. Ah, y no se nos olvide que en los adultos también existe el acoso. Por eso si la educación emocional se empieza a aplicar desde abajo afectará para bien para que entre los adultos también vaya disminuyendo el acoso personal y laboral. Cuantas más dosis de respeto, buenas formas, lealtad, solidaridad, comprensión y empatía sembremos, menos se desarrollará esta abominable práctica.
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