El mundo puede dar muchas vueltas, puede evolucionar lo que se quiera, puede haber altibajos y pueden darse retrocesos sociales, sin dudarlo, pero hay una tendencia que no cambia y es que el hacer el bien a otras personas conocidas o desconocidas, amigas o no amigas siempre tendrá respuesta afirmativa y positiva. Siempre que haces el bien a las personas has dejado sembradas unas semillas y cuando menos lo esperas muchas de esas semillas germinan y dan frutos, sabrosos frutos y cosechas que al recogerlas elevan el espíritu, la moral y nos dan esperanza además de salvarnos a veces de alguna que otra quema.
Ejemplos hay por miles y quien más quien menos lo habrá experimentado en propia carne o habrá escuchado testimonios que avalen lo que digo. Es posible que algunos crean que eso de hacer el bien aunque no se sepa a quien es algo propio de otros tiempos y de mentalidades religiosas pero no es cierto en absoluto que tenga relaciones solamente con temas religiosos. Más bien lo que funciona es la psicología social que está detrás de ello, es el principio de la reciprocidad por el cual cuando haces el mal te lo devuelven y cuando haces el bien queda eso registrado en la retina, en el cerebro o en el corazón de la persona y por asociación en algún momento se recuerda y se responde con generosidad y gratitud y si pueden te devuelven el favor realizado muchas veces multiplicado.
Como quiera que la vida da muchísimas vueltas y el azar puede ponernos ante antiguos favorecidos, estos responderán con gratitud al vernos en aquel hospital, en aquel trance, en aquella ciudad o circunstancia y nos veremos atendidos sin saberlo y sin haberlo esperado. Acabo de volver de un funeral de una buena mujer centenaria que se salvó de morir fusilada en la guerra civil de este país por haber atendido y ayudado, a sabiendas, a un chico enfermo, hijo de un militar del bando enemigo. La ayuda generosa hacia aquel pequeño y vulnerable desconocido le salvó de la muerte sin que ella lo hubiera sospechado meses antes, cuando le hizo el favor.
Lo hizo por su afán de justicia y por piedad y cuando se encontraba en peligro de muerte le salvó el padre a pesar de ser del enemigo. Es un ejemplo extremo pero casos de menor entidad se encuentran a millones. Moraleja: haz el bien y no sepas a quien, un viejo dicho aún en plena vigencia.