Sólo a los que les vayan mal las cosas mal dirán aquello tan manido de que “cualquier tiempo pasado fue mejor”. Quizás se les olvida que no hace mucho tiempo la esperanza de vida en occidente era de 60 años y no mucho antes era de unos 50. ¡Qué decir de la higiene! ¿Había acaso camiones que recogían la basura cada noche? ¿Vestía la gente igual que viste ahora, con igual confección y colorido?
Por no haber no había ni luz eléctrica, no había televisión ni siquiera teléfono. ¿Estaban las calles y carreteras asfaltadas como ahora? ¿Y Los trenes? A qué velocidad circulaban y qué comodidad ofrecían a los pobres viajeros? ¿Podías llegar por aire en unas horas a otro continente? No hace mucho no existían frigoríficos para conservar los alimentos y evitar su deterioro. Y qué decir del móvil, del ordenador y de Internet. Podía alguien marchar de su ciudad al otro extremo de la tierra y mandar desde allí en tiempo real un saludo e informar de haber llegado bien? Ya hubieran querido los humanos de no hace mucho tiempo enterarse de inmediato si su hijo había llegado a Buenos Aires en buenas condiciones en lugar de tener que esperar varios meses a recibir la ansiada carta teniendo que esperar aquellas madres con el alma en un puño.
Todos alfabetizados como estamos nos invita a pensar y recordar por qué hace cincuenta años más del treinta por ciento de la gente no sabía escribir o leer y no asistía a la escuela en este país. ¿Quien lavaba la ropa y con qué esfuerzo? ¿Parían las mujeres sin dolor como ahora? ¿Puede alguien recordar cómo estaba la ciencia, en qué momento y lo que ha progresado? Qué frágil tenemos la memoria! Qué ganas de elevar el recuerdo de ser pobres e iletrados, de la enfermedad y la miseria al plano de la nostalgia. ¿Podían los niños disponer de juguetes como ahora? ¿Estaban tan estimulados como lo están ahora?
No seguiré aportando nuevos datos pues es apabullante la diferencia entre el presente y no digamos ya el pasado medieval sino el siglo pasado en sus comienzos. El que no quiera verlo que no lo vea, pero cerrar los ojos a la evidencia, además de chocante, es un error y una falta de lógica. El presente es mejor aunque en algún aspecto quede por mejorar la humanidad. Hubo momentos buenos, quien lo duda, pero en conjunto no hay color. Yo prefiero el presente con los ojos cerrados y me alegro de vivir como se vive ahora, incluso a pesar de la crisis.