No hacen el mismo efecto las picaduras de mosquito en una piel humana, en una piel de un perro o en la de un hipopótamo. Dependiendo de ese grosor aquellas pueden ser muy molestas o de un efecto nulo . Los trompazos de elefante, sin embargo, ya no dependen en su efecto de grosor de la piel.
Los humanos, estamos siempre expuestos tanto a las picaduras, siendo estas metafóricamente los pequeños impactos que sufrimos en nuestras relaciones familiares y personales, en nuestro puesto de trabajo o en diferentes ámbitos. La acumulación de esos efectos va debilitando nuestra fortaleza y, si esta ya es reducida, el deterioro es más breve en el tiempo y más intenso. Me atrevería a decir que esas a modo de picaduras son las que en realidad nos van debilitando porque los trompazos que la vida nos da suelen ser muy escasos y separados en el tiempo de tal forma que nos suele dar margen para recuperarnos, salvo excepciones, que también existen.
En todo caso hacer nuestra piel más resistente y más resbaladiza nos conviene en verdad, si no queremos pagar el precio de la angustia, la ansiedad y la depresión, según pasan los años.
No es que sea cosa fácil impermeabilizarse y conseguir que muchas cosas nos resbalen, pero es cierto que nos conviene tomarnos la vida, las relaciones, los eventos, los fallos de los demás, las decepciones, los fracasos, los gestos egoístas y un largo, reveses, etc. de forma que no nos quiten el sueño o no nos lo reduzcan de manera notable. La demasiada presencia en nuestros pensamientos de las contrariedades y de los contratiempos actúa a modo de debilitador de nuestras defensas y corremos el riesgo de quedar desfondados, desgastados y sin fuerzas para seguir la lucha de la vida en algunos momentos.
Hay que ocuparse, por supuesto, de los problemas y los casos y ayudar y entender a los demás, pero no siempre actuando como si fuesen nuestros. No parece muy lógico salvar a los demás ahogándonos nosotros, salvo que alguien lo quiera libremente. De salvar hay que salvar primero nuestra salud, nuestro equilibrio y nuestra fortaleza y luego, si se puede, ayudar a los demás, porque nuestra salud física y mentales lo más valioso que tenemos y porque sin salud no podemos ayudar, aunque queramos.
Esa es una manera de hacernos resistentes, aunque a veces, no podamos evitar sucumbir al desánimo, siquiera sea circunstancial y transitoriamente.