La idea de Europa está profundamente desvirtuada. Ahora mismo, parece la quintaesencia de la burocracia. Lo que en principio comenzó como el desarrollo de un espacio de libertad y crecimiento económico, está resultando ser un conglomerado que se mantiene completamente alejado del ciudadano. Ni lo mira de reojo. Lo último: el tratado que se aprobó en la madrugada del viernes. Recuerden que, por haber fracasado la Constitución Europea, la Unión se encontraba en una especie de “impasse” que duraba ya casi dos años. Esto se solucionó mediante un tratado que, según palabras textuales de sus redactores, “resulta incomprensible para el ciudadano y sólo apto para expertos”. Bien, con estas premisas, ¿cómo quieren que nos enteremos de algo? ¿Para qué nos hacen votar un texto que luego -me refiero a la bobalicona constitución- dejan arrumbado en una esquina? Hay cosas dentro de Europa que siguen sin funcionar. Véase, por ejemplo, la política exterior. Cada vez que existe un conflicto (mírese el caso de la guerra de los Balcanes, o la pugna hispano-marroquí por la isla de Perejil), acaba solucionándolo Estados Unidos. Sólo veo en el actual Parlamento Europeo a un grupo de señores que cobran mucho (en el caso español más de 12 millones de las antiguas pesetas), tienen privilegios (dietas a tutiplén, por ejemplo) y, al final, no hacen nada (se pasan la mitad de la semana en sus respectivos países). O se reforman las instituciones de verdad, o la idea de Europa tal y como una vez fue acabará devorada por el funcionamiento de la maquinaria burocrática.