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Jose Manuel Balbuena

RETORCIDA REALIDAD

¿Fue para tanto?

Vaya mal que le ha sentado al Gobierno la concentración que se produjo en Madrid “por la familia cristiana”. Comenzó el secretario de Organización del PSOE, José Blanco, pidiendo una rectificación a la cúpula de la Iglesia por afirmar que «el ordenamiento jurídico español está dando marcha atrás respecto a la Declaración de Derechos Humanos». Desgranemos estas primeras declaraciones. «Cuando gobernaba el Partido Popular la ley del aborto era la misma que ahora». Cierto. «Sus políticas, no fomentando el uso del preservativo, llevaron a que se incrementara el número de abortos». Tontería supina. «Con esta jerarquía a muchos cristianos, yo mismo lo soy, nos dan ganan de borrarnos». Bueno, en fin, ¿es que hay que afiliarse a la Iglesia Católica para luego darse de baja? ¿Es qué tiene acaso listas de inscripción? «La concentración sólo defendió a la familia tradicional». Bien, es que para la Iglesia -guste más o menos- es la que existe. Esa división entre tradicional y nueva, sólo tiene sentido a los ojos de algunos (no de la Iglesia, claro está). «Si quieren hacer política están en su derecho de hacerla, pero lo que tienen que hacer es presentarse a las elecciones». Bueno, las críticas o desacuerdos no tienen por qué llevar a formar un partido político para presentarse a las urnas. Entonces, digo yo, todos tendríamos que fundar uno. Porque, vamos a ver, si esas mismas críticas viniesen, por ejemplo, de los sindicatos, ¿les invitaría a que se presentasen a las urnas? ¿Les retaría de semejante manera? A esta primer reacción se unió ayer el Presidente Zapatero en Huelva diciendo que, «no se va a dar un paso atrás, sino un paso firme y seguro hacia delante». La dirección de su partido hizo público un comunicado titulado “Las cosas en su sitio”. El presidente de la Junta de Andalucía aseguró que, «las familias españolas no tienen un concepto tan integrista, arcaico y ultraconservador que tienen algunos obispos». Y a todos ellos se unieron en declaraciones varios ministros como el de Exteriores, la de Vivienda y el de Justicia. En fin, yo pregunto, ¿de verdad fue para tanto? ¿Fue de tanta gravedad lo que allí se produjo como para desencadenar semejante reacción?¿Creen ustedes que el ciudadano de a pie se sintió agraviado de semejante manera por el acto? ¿No hubiera pasado incluso hasta desapercibido si no se hubiese contestado de esta manera?

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Por JOSE MANUEL BALBUENA

Sobre el autor

Economista y empresario. Colaborador de EL COMERCIO desde hace ya muchos años. Vamos, un currante en toda regla


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