Como siempre que se producen unas elecciones generales se ven cosas que producen cierto sonrojo. O sea, actitudes que están fuera de tono y que, de una vez por todas, nuestra democracia debería erradicar. Así, lo mismo que para evitar casos de corrupción o incrementos desorbitados de patrimonio se tomaron medidas tales como, no sé, que los cargos públicos declarasen sus bienes antes y después de su entrada en la vida pública; en el caso de las compatibilidades debería de hacerse algo similar. Veo como, sin ningún pudor, se produce un mercadeo infumable de concejales que quieren ser a la vez diputados, diputados autonómicos que serán al mismo tiempo senadores, o alcaldes a los que le queda pequeño su puesto. Tomemos como ejemplo este último caso. El alcalde de Madrid, señor Ruiz Gallardón, quiere que su partido le incluya en la lista al Congreso. Bien, aparte de su legítima ambición política la cual no pretendo valorar aquí, yo pregunto, ¿se puede ser máximo regidor de la vida de más de 4 millones de personas y al mismo tiempo atender a las funciones de diputado? ¿Es que no es suficiente trabajo el de ser alcalde que hay que echar horas extra como diputado? Si yo hubiera votado en las elecciones del año pasado a cualquier cargo (concejal, por ejemplo) y ahora éste quisiese sumar uno más (diputado, sin ir más lejos), ¿no me sentiría acaso defraudado? ¿No pensaría que quizá una u otra responsabilidad la ejercerá a la ligera? ¿Por qué no puede reformarse la ley para que estas cosas no se produzcan y regenerar de paso nuestra política?