La batalla por entrar en las listas al Congreso de Madrid ya tiene una víctima: Alberto Ruiz-Gallardón. Éste aseguró que dejaría la política después de los comicios, ya que, una vez más, sus aspiraciones no se han visto cumplidas. Digamos que en una tensa reunión, Esperanza Aguirre, su gran rival, le tendió una emboscada: dijo que también quería entrar en el Congreso. Bien, si Mariano Rajoy accedía, obviamente, ésta tenía que renunciar a ser presidenta de la Comunidad de Madrid, cosa, por cierto, impensable para el partido. Pero si le decía que no, producía inmediatamente una discriminación en favor del señor Gallardón con todas sus consecuencias. Pues bien, la solución fue salomónica: ni uno ni otro. Y es que, la señora Aguirre, le tiene tomada la medida al Alcalde. Sabe perfectamente cómo medir el tiempo y el tono de su ataque para desmantelar todas sus intenciones con propuestas envenenadas como ésta. Y es que, el señor Gallardón, para su desgracia, pertenece a una clase de político que vive constantemente bajo el síndrome de el “profeta y su tierra”. Es decir, no hace otra cosa que acumular victorias para su partido pero, sin embargo, nunca acaba de ser bien visto. Ahora, parece que su paciencia se ha agotado. Ha dicho que se va, aunque, claro está, todo dependerá de lo que ocurra en marzo. Porque, ante una nueva derrota, ¿no cambiaría de opinión y se postularía otra vez como sucesor del actual Presidente?