Parece ser, según pueden leer hoy en EL COMERCIO DIGITAL, que más de un millar de mujeres en Asturias firmaron un manifiesto autoinculpándose de haber abortado o, en su caso, haber ayudado al mismo. Dichas firmas fueron depositadas en el juzgado correspondiente, para así, según su denuncia, solidarizarse contra la «campaña de acoso a las mujeres y profesionales orquestada desde los sectores más reaccionarios de la derecha» pidiendo, además, obviamente, un cambio en la ley que lo regula. Bien, pienso -por otros movimientos similares que se están dando- que el aborto ha entrado en campaña. Desde luego, yo, como ciudadano de a pie, el único movimiento que he observado fue el de unas clínicas -auténticos mataderos humanos- que falsificaban informes, practicaban abortos de hasta 7 meses y tenían hasta una trituradora de residuos orgánicos para eliminar las pruebas del delito. Ese acoso al cual este colectivo se refiere, sinceramente, sólo lo vi en televisión, cuando, cuatro pelagatos con pancarta, se reunieron ante la entrada de alguna clínica abortista para así manifestar su protesta contra las mismas. Eso sí, la dueña de una salía afligida, puesto que, según aseguraba, recibía presiones diarias contra el negocio (más bien, digo yo, mala imagen sobre el mismo a tenor del escándalo de los «campos de exterminio humano» que algunos habían montado). Y es que, permítanme que sea claro, el aborto y sus consecuencias para una sociedad es algo demasiado serio como para que sea metido en el batiburrillo electoral. Sé que, ahora, pedir eso, es casi imposible puesto que todo se hace pensando en los comicios que se nos avecinan. Pero, por favor, dejemos que el debate sobre el aborto tenga la mesura y sosiego necesario.