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Jose Manuel Balbuena

RETORCIDA REALIDAD

Va para largo.

En Gijón todavía quedan cicatrices urbanas importantes. Zonas que llevan muchos años sin urbanizarse y que dan lugar a una mala imagen como ciudad. La principal, los terrenos liberados por el levantamiento ferroviario. A la postre, nuestro eterno plan de vías que es como una bicicleta estática: pedaleamos mucho para, al final, quedarnos siempre en el mismo sitio. Hace unos meses supimos que su parte selvática -entre el vial de conexión con Poniente y hasta el viaducto de Carlos Marx- sería objeto de una remodelación similar a la del «Solarón». Ahora bien, la mortecina sociedad Gijón al Norte no ha movido ficha. Sigue en su letargo sin que nadie parezca querer despertarla. Otra «zona cero» gijonesa es la Ería del Piles. Esquina de la playa de San Lorenzo donde se han producido un sinfín de batallas judiciales. Recuerden que en este espacio se propuso el balneario (ahora en Poniente), una torre de un montón de pisos (rodeada de construcciones de baja densidad) y un centro comercial a la antigua usanza (que se llevó la crisis económica del 2008). En definitiva, un parche que sigue descuadrando tan icónico lugar. Y más, con la reforma del Muro que pretende llevar a cabo el actual equipo de gobierno.

Sin embargo, hoy vamos a hablar de los terrenos de Naval Gijón en el Natahoyo. Sin uso desde que se cerró el astillero, salvo ser sede anual de la Semana Negra. El Plan General de Ordenación de 2019 -como reconocimiento a la lucha obrera que tuvo lugar para evitar su cierre- dejó su calificación casi industrial. Solo un 20% se dedicaría a construcción residencial, mientras que el resto se reserva a empresas limpias de la economía azul. O sea, relacionadas con el mar. Los actuales propietarios de los terrenos (Pequeños y Medianos Astilleros en Reconversión, junto con la Autoridad Portuaria gijonesa) han intentado cambiar este uso sin éxito. La semana pasada supimos que el Tribunal Supremo había rechazado un recurso y queda pendiente otro del Tribunal Superior de Justicia de Asturias. En definitiva, se va despejando el camino judicial, pero seguimos sin tener un plan. Ni por asomo se tiene claro en absoluto cómo, cuándo y con qué se va a desarrollar la zona. Algunos dicen que debe ser por la iniciativa pública (difícil, salvo que se recurra a Europa) y otros por la privada (nadie ha mostrado ningún interés). En resumen, persisten todavía muchos nubarrones sobre esta cicatriz urbana. La cosa va para largo.

@balbuenajm

Por JOSE MANUEL BALBUENA

Sobre el autor

Economista y empresario. Colaborador de EL COMERCIO desde hace ya muchos años. Vamos, un currante en toda regla


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