Dejé de creer en las estadísticas el día que entró el euro. De repente, un periódico pasó a costar 166 de las antiguas pesetas y, a un simple café, le pasó lo mismo. Sin embargo, el Instituto Nacional de Estadística mostró durante aquel año un IPC similar al del anterior. Con las encuestas electorales sucedió algo parecido. Un buen día comenzaron a fallar y, hasta ahora, no han parado. Es más, para no equivocarse las empresas del ramo muestran horquillas tan amplias que es imposible equivocarse. Dicen, por ejemplo, que tal partido obtendrá entre 100 y 120 diputados, con lo cual, ante semejante holgura, el pronóstico no te sirve de nada. Pero el caso que me ocupa es el del Ministerio de Vivienda. Allí tienen una especie de observatorio que a veces muestra cosas chuscas. Por ejemplo, hace unos meses señaló que el precio medio del alquiler en Asturias estaba en 273 euros. Cosa que, obviamente, si hablamos de un teito de Somiedo, puede ser, pero si se trata de una vivienda no: es de casi el doble (sobre 450 euros). Ayer se nos mostraba que el precio interanual de la vivienda en nuestra comunidad había subido un 8,5 por ciento. Cosa que, viendo las dificultades que tienen los vendedores, las entidades de crédito y, en general, el sector ante un parón generalizado; resulta cuando menos dudoso. Que la vivienda sigue estando muy cara, sí, pero que no está subiendo a ese ritmo también. Miren como será la cosa que hasta una iglesia madrileña, la de la foto, no encuentra comprador…