Quizás el pobre Osiris haya visto como sus estatuas, después de presidir templos durante milenios, hayan quedado relegadas a las esquinas de los museos; pero, aunque los credos cambien, la necesidad de creer permanece. Seguramente los débiles y efímeros humanos, después de que el final de la infancia haya desmitificado las figuras de nuestro padre y nuestra madre, necesitamos sustituirlos por alguna otra figura poderosa que nos proteja.

Actualmente, los avances de la ciencia, la tecnología y la cultura han socavado los dogmas de las religiones tradicionales. Al mismo tiempo, el fin del monopolio informativo ha sacado a la luz comportamientos y actitudes de algunos miembros de sus jerarquías muy poco acordes con sus enseñanzas. Como consecuencia el número de sus fieles haya descendido drásticamente, especialmente en el primer mundo donde estos fenómenos son más acusados.

Pero, ¡ay!, la pérdida de la fe no disminuye la necesidad de creer y, para muchos, dejar de creer en el dios de sus antepasados implica empezar a creer en cosas mucho más pintorescas. Esto ha abonado el campo para que timadores e iluminados de toda calaña creen multitud de sectas cuyos dogmas van de lo absurdo a lo demencial y cuyos líderes, de lo psiquiátrico a lo penal.

Aunque no todo es religión; existen muchas creencias “laicas” para elegir. Dos de ellas, en concreto, han empezado recientemente a recibir bastante atención mediática: la vida de ultratumba y la inteligencia extraterrestre. Aquí en España, por ejemplo, el fantasma de Franco no deja de aparecérsenos en periódicos y noticiarios. El motivo de semejante proliferación de sesiones de espiritismo habrá probablemente que buscarla en la proximidad de las elecciones y la carencia que padecen los partidos que se presentan de argumentos reales alternativos para movilizar a los ciudadanos.

En Estados Unidos, por su parte, la marina ha sacado unos videos de ovnis del más puro estilo Hollywood. En este caso no tengo ni idea de lo que pretenden conseguir con esta secuela de Independence Day, pero, conociendo al Sr. Trump, me temo lo peor.