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La primi, la loto y el político piloto

Por María de Álvaro:

Soy algo mayor para cambiar de profesión y, lenta de reflejos, hoy mismo me he dado cuenta de mi verdadera vocación. Un drama el mío ya sin remedio, porque yo, en realidad, quería haber sido mujer pública. Política, vamos. Quería haberlo sido porque, mayormente, a mí trabajar no me gusta y porque, mayormente también, es el único oficio posible con garantías de permanencia vitalicia sin que medie oposición de por medio.

Viene esto al caso del cambio de cromos que se produce cada vez que nuestros ilustres representantes tienen que formar nuevo gobierno. Empieza entonces un baile en el que quien era experto en las cosas de un pueblo, Mieres un suponer, lo sabe ahora todo sobre los deportes o quien más que nadie controlaba de contratar conciertos se las arregla luego de muerte con los autobuses y los camiones. También hay, claro, quien sin ser experto en nada es nombrado (o nombrada) asesor (o asesora) de la nada, y entonces puede desarrollar a las mil maravillas sus amplios conocimientos en la materia.

En fin, joven lector, que, tú que estás a tiempo, no te molestes en presentarte a los exámenes de setiembre y apúntate a unas juventudes o unas nuevas generaciones. Eso sí, no te equivoques. Nada de partidos minoritarios. Aquí, como decía el de la tómbola, no toca ‘ni la primi ni la loto, lo que toca es el político piloto’. ¿O era el perro?

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