Por María de Álvaro:

Leo hoy a la Sartorius diciendo que el bolso es el objeto del deseo de toda mujer y leo después a Scarlett Johanson proclamando que no cree en la monogamia. Y, claro, se me cruzan los conceptos. Así que hoy he decidido que los hombres vienen a ser como los bolsos. Y viceversa, claro.

Está el modelo mochila. Ese que en principio resulta cómodo, pero a fuerza de llevarlo a la espalda termina por fastidiarte las cervicales. Pasa un poco lo mismo con el estilo bandolera. Algo más mono que el anterior, pero igualmente pesado de tanto ir colgado. También hay tipos que son como las carteras de mano. Sólo te sirven para ceremonia y actos formales en general, porque luego resultan algo acartonados. Y lo peor es que además te los olvidas en cualquier parte.

Están los maxibolsos, muy de moda, por cierto, y con una gran ventaja: cabe de todo. Los maxibolsos y los chicos maxibolso valen para casi cualquier cosa. El problema es que tanto tienen dentro que hay veces que resulta difícil encontrar lo interesante. Ocurre en ambos casos, por supuesto. ¿O ninguna perdió el móvil dentro de uno de estos?

Existe igualmente el modelo carolina-herrera-falsificado. Y en esta categoría hay distintas subespecies, dependiendo de la calidad de la falsificación. Los mejores son los malos malísimos, comprados directamente en un todo a cien. O sea, que ya sabes de antemano que son lo peor y si decides llevarlo es cosa tuya. Algo más problematicos resultan los que parecen de verdad. Porque, chicas, luego llegan los sustos. Y los forros de nylon barato.

Y, finalmente, existe el hombre-bolso-negro-de-chanel. Un lujo que vale para todo, pero cuesta un huevo encontrarlo… Claro que los hay también que son como ese bolso que tienes desde hace mil años y no te atreves a tirar porque le tienes cariño.

En fin, que si hay un bolso para cada ocasión y para todo sólo vale un chanel negro, ¿por qué a veces nos empeñamos en salir siempre con el mismo aunque sea de Zara?
Scarlett, tú si que sabes, guapa.