La Guardia Civil ha dado a conocer las fotos de seis terroristas que pudieran ser los autores de los atentados de Burgos y Mallorca. A partir de ahí, resta esperar que el trabajo de los cuerpos policiales, con la colaboración ciudadana, den como fruto la detención de los criminales. Mañana domingo se cumplen cuarenta y un años del asesinato del inspector de la Policía Melitón Manzanas, a manos de ETA. Siempre se le consideró como el primer atentado mortal de la banda, por la personalidad de la víctima (jefe de la brigada político-social de Guipúzcoa), aunque un par de meses antes se produjo el bautismo de sangre de ETA con el asesinato del guardia civil José Ángel Pardines. Desde entonces, la banda terrorista ha conocido muchas visicitudes, pero con una constante en su trayectoria: todos sus pistoleros acabaron entre rejas.

Los seis terroristas señalados por la Policía seguirán los pasos de sus predecesores, primero serán detenidos y tras el juicio correspondiente empezarán a cumplir larguísimas condenas en la cárcel. La estancia en los establecimientos penitenciarios suele alterar la valoración que tienen los terroristas de la llamada ‘lucha armada’. El temible ‘Paquito’ y el sanguinario Urrusolo Sistiaga abominan, ahora, de las actuaciones de ETA. Y luego dicen los nacionalistas moderados que no sirve de nada meter a los etarras en la cárcel, que se trata de una lucha con fondo ideológico, que sólo se resuelve con diálogo y concesiones políticas. Ya, ya.

Los terroristas tienen todo en contra para poder sacar el menor fruto de sus actuaciones. Las coordenadas en las que se mueve el terrorismo en el siglo XXI no tienen nada que ver con las que había cuando empezó su historial sangriento. El atentado del 11-S ha hecho que el terrorismo se relacione con el fanatismo, sin posibles correlatos políticos. La matanza del 11-M ha dejado a los etarras metidos en el mismo saco que los islamistas radicales. ETA no tiene cobertura política en el Parlamento y carece de la menor comprensión en los foros internacionales.

La vida cotidiana en el País Vasco se va poco a poco secularizando, alejada del ambiente de la transición con las pegatinas en los kaikus reclamando amnistía. Por primera vez, un lendakari se desplazó fuera del País Vasco para asistir a los funerales por guardias civiles asesinados. Están perdidos.