El Rey ha elegido a Pedro Sánchez como candidato para tratar de ser investido presidente del Gobierno. No había duda de que el encargo recaería sobre el dirigente socialista, ya que ganó las elecciones con casi sesenta escaños de ventaja sobre el PP, segundo partido con más sufragios. Pedro Sánchez reconoció que no hay alternativa: «Gobierna el PSOE o gobierna el PSOE». Cumplidas las formalidades y agotadas las evidencias, el líder socialista señaló tres cosas, alguna de especial interés: las negociaciones de la investidura pivotarán sobre la transición ecológica, el impulso a la digitalización de la economía, la igualdad y Europa; pidió responsabilidad a todos los grupos, pero sobre todo al PP, Ciudadanos y Podemos; por último, en ningún caso pactará con Bildu.
Dejando a un lado lo ocurrido en las elecciones autonómicas y municipales, entre las elecciones generales del 28 de abril y el encargo realizado por Felipe VI a Pedro Sánchez para que se procure apoyos para la investidura, hubo dos etapas distintas. De manera informal, y sin que haya precedentes, Pedro Sánchez se entrevistó, uno a uno, con los principales líderes políticos del país. En esa ronda se confirmó el disenso entre el presidente en funciones y los dirigentes de la derecha, y el compromiso compartido con Pablo Iglesias de asegurar la gobernabilidad del mandato. Luego, Pedro Sánchez guardó silencio y dejó que los demás hicieran conjeturas. La pasividad del presidente avivó la impaciencia de Iglesias, necesitado como está de un socio que lo defienda de las aceradas críticas de sus conmilitones. Como Sánchez está pendiente de las negociaciones en comunidades autónomas y ayuntamientos, no quiso hacer ningún gesto que reste capacidad de maniobra a los dirigentes regionales y municipales de su partido.
La investidura de Pedro Sánchez está asegurada porque no es posible presentar un candidato alternativo. Cualquier intento de la derecha sería ampliamente derrotado con los votos de PSOE y Podemos, a los que se uniría la miscelánea de grupos nacionalistas. Si Podemos cambiara de táctica y obstruyera la investidura quedaría definitivamente noqueado en unas elecciones anticipadas. Las llamadas reiteradas a las urnas siempre castigan a los que utilizan torticeramente los escaños contra el sentido del voto de los electores. Como la investidura de Sánchez no está en discusión, la incógnita está en los aliados. Un asunto que marcará la legislatura.